En las calles de Madrid comienzan a verse ciudadanos que se han quitado -motu proprio- la mascarilla, también conocida como tapabocas y por algunos como bozal. Lo hacen con miedo, porque hemos creado un Estado policial pero hace calor y algunos respiran con dificultad.

La mascarilla es fundamental para quienes han aprovechado la epidemia para imponer una tiranía social, no política. Así que se resisten a aflojar el bozal. Nos siguen sin decir cuándo podremos quitarnos la mascarilla en exteriores Ojo, sólo en exteriores.

En resumen, no quieren quitarnos el bozal, signo de sometimiento. Pero, al mismo tiempo, el miedo está desapareciendo, el pánico con el que nos han sometido empieza a retroceder. No porque haya vuelto al sentido común de este gran engaño -que más quisiera- sin por puro agotamiento. La muerte da miedo un mes y otro mes pero, de año en año, el sentido de las proporciones sustituye al perdido sentido común. No hay pánico que 100 años dure porque no hay alma que lo resista.

Y eso es justamente lo que está ocurriendo con el Covid. Cuando el Gobierno vea que ya no pueden atar con el bozal decretara la libertad. Y si no la decreta, nos rebelaremos contra la norma.