Los radares de Seguridad han detectado miradas de objetos voladores no identificados sobre el cielo de Nueva York durante esta semana. Al principio creyeron que se trataba de drones que vigilaban la Cumbre de Naciones Unidas contra el Cambio climático, pero no: eran escobas que volaban alrededor del feísimo edificio de la ONU, centro neurálgico del Nuevo Orden Mundial (NOM).

Bromas aparte, lo que se está perpetrando en Nueva York, con un Pedro Sánchez con expresión trágica y semblante demudado (le sale genial) es un verdadero aquelarre. Y la aportación del Gobierno español al nuevo Zugarramurdi global ha salido de la boca de doña Teresa Ribera, ministra del Ramo de los augures maléficos: lucha contra el cambio climático pero con perspectiva de género.

Asistimos a una peligrosa personificación del planeta: “La naturaleza está enfadada”, clama Guterres. Pues que se tome un Lexatin

No es coña, así lo ha dicho, y entonces es cuando entramos en tenebroso mundo de los psicotrópicos. En efecto, todos sabemos que es el varón quien contamina el aire y obliga a la vulnerable mujer a respirarlo: ¡Qué cabrón!

Ahora bien, el apocalipsis climático es mucho más que una estafa global: es un genocidio universal y el advenimiento de un Gobierno para la tiranía mundial.

Es genocidio porque todas las medidas contra el calentamiento global -más bien, mental- acaban en lo mismo: hay que reducir la población, con un genocidio silencioso llamado aborto.

El logotipo de esta demencia, asimismo global, lo aporta el príncipe Henry de Inglaterra y su señora, la comprometida actriz Meghan Markle: no quieren tener más hijos para no depredar el planeta. Ese es el camino, queridos príncipes. No hace falta ningún cambio climático para salvar al planeta y eliminar al hombre: basta con auto-esterilizarnos. Además, es más cómodo vivir sin hijos que criarlos.   

Y Greta, la niña petarda, contagia la histeria permanente buena parte de la humanidad. Por ejemplo, a un tal Pedro Sánchez

Y el aquelarre neoyorquino tiene un segundo objetivo: la instauración de un Gobierno mundial tiránico, el sueño del Anticristo. Insisto: cualquier medida, por liberticida que sea, por brutal que resulte, será aceptada sin rechistar por una humanidad neurasténica por salvar ‘al planeta’. Como buen aquelarre, la cumbre climática de la ONU es liberticida: un liberticidio global.

El hombre convertido en un medio y el medio ambiente en un fin. Y, por supuesto, el hombre es el culpable del ‘exterminio’ del planeta. Ergo, el ser humano debe morir. A ser posible antes de que nazca, pues, de otra forma, surge el instinto de supervivencia que, afortunadamente, anida en todo corazón.

En este ambiente de consenso en la oligofrenia, el socialista portugués y hoy secretario general de la ONU, Antonio Guterres, se contagia del virus: en efecto, el aquelarre neoyorquino personifica la naturaleza: “la naturaleza está enfadada”, clama Guterres. Pues mire usted señor secretario general: que la naturaleza se tome un lexatin.    

Y como toda ética crea una estética, la ‘estética’ de la Cumbre del Clima consiste en una histeria global personificada en Greta, la adolescente petarda, citándonos para el próximo apocalipsis climático y contagiando su neurastenia a personajes de toda clase y condición. Entre ellos, un tal Pedro Sánchez Pérez-Castejón, que clama por medidas “muy valientes” y “ahora mismo”. Es decir, clama por la tiranía global. Eso sí, con perspectiva de género… del género idiota.