No recuerdo ningún presidente de la ya desarrollada democracia española (Suárez, Calvo-Sotelo, González, Aznar, Zapatero, Rajoy) que haya 'polarizado' la opción sobre su persona con la intensidad de Pedro Sánchez Pérez-Castejón. Sin embargo, él continúa hablando de mayoría social y lo 'demuestra' con los votos parlamentarios que le han elevado a La Moncloa. En definitiva, confunde la mayoría social con la mayoría parlamentaria, y convendrán conmigo en que, por muy requeteperfecto que resulte el sistema electoral, y no hay sistema electoral perfecto, disponer de mayoría parlamentaria no tiene por qué corresponderse con la mayoría parlamentaria que permite a un presidente continuar en Moncloa. 

Por eso los socialistas insisten tanto en convertir en sinónimos legalidad y legitimidad y resulta que el gobierno de Sánchez es más legal que legítimo. Veamos: legal es lo que se atiene a la ley, legítimo lo que se atiene a la justicia. Legal porque fue investido con la mayoría de los diputados, legítimo muchísimo menos, porque gobierna con los que odian a España y no se gobierna para hacer mal al país, sino todo lo contrario.

Recuerden que, además de ególatra, Sánchez es un sociópata y aunque no soporte a la multitud, la necesita. Y por favor, que no le abucheen: necesita a la masa tanto como la desprecia

Se me dirá que lo que para uno es justo para otro es injusto y que, por tanto, el concepto de legitimidad no nos sirve. Es cierto, no nos sirve hoy, pero en tiempos más civilizados, más racionales, donde había opiniones de todo tipo pero todo el mundo estaba de acuerdo en que existía la verdad y la justicia, nadie ponía en solfa esa afirmación (y si la ponía era un loco): lo legítimo es lo justo y el poder debe radicar en la justicia, no en una ley D'Hont que atribuye muchos escaños con pocos votos y pocos escaños con muchos votos. Elecciones, además, a una sola vuelta, con lo que los pequeños tiene un poder omnímodo que no les han dado sus exiguos votantes.

En cualquier caso, en este momento vivimos en España un curioso espejismo: Sánchez tiene más poder que nunca pero recuerden que "hay muy poco trecho entre una minoría y la unanimidad". Cuatro meses después de las elecciones la minoría son los cuatro gatos que rezan el rosario en la calle Ferraz, o los ocho gatos que secundan las manifestaciones del PP (esa progresía de derechas que pretende sustituir a la progresía de izquierdas) pero empieza a surgir una unanimidad, muy diversa, lo concedo, que empieza a barruntar el "Sánchez no" ese grito que precede a todo derrumbamiento político. 

En la cúspide de su poder, entendido éste como la capacidad de infligir dolor, se ha iniciado el principio del fin de la era Sánchez. Y conste que el recambio previsto no me gusta nada

Sé que anunciar en este preciso momento, cuando acaba de sesionar el tercer consejo de ministros de la legislatura, que don Pedro está a punto de caer, parece exagerado, pero insisto: estamos en el principio del fin de Sánchez. Como es un psicópata del poder, ególatra y narcisista, morirá matando. Sí, pero recuerden que además de ególatra, Sánchez es un sociópata y los sociópatas no soportan a la multitud, pero la adulan... y tampoco soportan que las multitudes les abucheen: necesitan a la masa, tanto como la desprecian.

Además, no es un personaje cualquiera: Sanchez es un profanador, su verdadero enemigo no es la derecha sino Cristo. Por tanto, su guerra está condenada al fracaso final... pero él intentará que dure el mayor tiempo posible

No, no hay mucho camino entre la minoría antiSánchez y la unanimidad anti-sanchista y también es cierto que cuanto más cerca del peligro más lejos del daño, pero ni lo uno ni lo otro carece de riesgo. Además, cuando alguien se coloca en el podio al que se ha aupado este personaje ya no tiene nada que perder, sólo el poder. En cualquier caso, su imagen se debilita por días. Lo que hay que ver es si su agonía es lenta o larga y, sobre todo, si es pacífica o violenta. Recuerden: fuera del poder, Sánchez no sabría qué hacer con su tiempo ni con su vida.

Sí, creo que, en la cúspide de su poder, definido como capacidad de infligir dolor, se ha iniciado el principio del fin de la era Sánchez. Y conste que el recambio previsto no me gusta nada.

Lo que hay que ver es si su agonía es lenta o larga y, sobre todo, si es pacífica o violenta. Recuerden: fuera del poder, Sánchez no sabría qué hacer con su tiempo ni con su vida

Por último, recuerden que no hablamos de un personaje cualquiera: Sanchez es un profanador, su verdadero enemigo no es la derecha sino Cristo. Ergo, su guerra está condenada al fracaso final... pero él intentará que dure el mayor tiempo posible.