Acaba de aparecer la traducción al castellano de un clásico sobre el suicidio asistido y la eutanasia: Seducidos por la Muerte de Herbert Hendin.

Sr. Director:

La editorial Planeta lanza la obra en que se basó el Tribunal Supremo de los Estados Unidos para establecer que no existe derecho constitucional al suicidio asistido. No es una obra cualquiera sobre la eutanasia. Es el informe serio y científico del director médico de la Suicide Prevention Internacional, y catedrático de psiquiatría del New York Medical College, que frenó a la administración Clinton cuando se disponía a sacar una ley financiada con fondos federales y el autor fue llamado a declarar, resumiendo su obra, ante el Congreso.

Herbert Hendin se había desplazado antes a Holanda para estudiar la viabilidad de esta práctica, pero el resultado fue este informe devastador, recogido en un libro que se lee como novela, aunque desgraciadamente no es novela de ficción. Por eso, esta obra ha llegado a ser un auténtico acorazado contra la difusión de esta práctica de la que Meter Admiraal, uno de sus líderes en Holanda ha afirmado que en aproximadamente veinticinco años, Europa puede recurrir a la eutanasia  para abordar los problemas de demografía y envejecimiento, aunque que se alegra de no estar entonces para verlo.

Una cosa es el debate social en los medios sobre este tema, casi siempre en torno a un caso límite (que nunca debería servir de base para la legislación, reguladora más bien del caso general, pues sin solución de continuidad y yendo de un caso límite a otro caso límite, y así sucesivamente, se puede llegar a todo).

Y otra cosa es el estudio serio de los resultados de la eutanasia en un país, con vistas a implantarlo en el propio. Ahí es donde los gobiernos se vuelven atrás, como acaba de ocurrir en Francia. Ese estudio se ha hecho de forma muy amena, entremezclando la frialdad de los grandes números con la pasión de muchos relatos narrados con gran viveza y humanidad.

Resultan también muy ilustrativas las conversaciones del autor con los principales promotores de la eutanasia en Holanda, que van sazonando toda la obra.

Algunos pasajes de este libro son clarificadores:

Pag. 28. Más de la mitad de los médicos holandeses se sienten libres de sugerir el suicidio o la eutanasia a sus enfermos, lo que claramente condiciona la voluntariedad del proceso. El 60 por ciento de los casos no son comunicados, por lo que la legislación no se puede aplicar. Casi la cuarta parte de los médicos admite haber acabado con la vida de enfermos que no les habían dado su consentimiento, lo que al menos en teoría es ilegal en Holanda, como lo es en cualquier otra parte. Algunos ejemplos pueden resultar ilustrativos. Una mujer que no quería seguir cuidando a su marido enfermo le presentó la alternativa de la eutanasia o que fuese internado en una residencia para enfermos crónicos.

El hombre, asustado ante la perspectiva de verse a merced de extraños, eligió morir. Un médico acabó con la vida de una monja algunos días antes de lo que hubiera ocurrido naturalmente porque padecía un gran dolor, estimando que las convicciones religiosas de la monja no le permitían pedir la muerte. Pag. 126. había más peticiones de eutanasia formuladas por los familiares que por los mismos pacientes. Este sacó la conclusión de que, frecuentemente, son la familia, los médicos y los enfermeros quienes presionan al paciente para que pida la eutanasia.

Pag. 156. El país (Holanda) se ha movido desde la eutanasia para los enfermos terminales a la eutanasia para los enfermos crónicos; desde la eutanasia para enfermedades físicas a la eutanasia para las enfermedades psicológicas, y desde la eutanasia voluntaria a la eutanasia no voluntaria y a la involuntaria Cualquier país occidental que legalice el suicidio médicamente asistido para los enfermos terminales se verá obligado a extenderlo de este mismo modo.

Pag. 240.  El riesgo de daño es más grande para muchas personas de nuestra sociedad cuya autonomía y bienestar están ya comprometidos por la pobreza, por la falta de acceso a una buena atención médica, la edad avanzada o su pertenencia a un grupo social estigmatizado.

Pag. 273. Aunque la mayor parte de los pacientes de cáncer no expresan un deseo de morir, una importante minoría expresa un deseo transitorio de muerte. Los pocos que presentan deseos persistentes de morir sufren invariablemente una depresión clínica Una mayor experiencia en el trato con estos pacientes de cáncer, y el cuidado procurado a estos enfermos, nos ha permitido observar con cuánta frecuencia estos pacientes cambian de opinión tan pronto como se les provee de buenos cuidados paliativos, incluyendo el tratamiento de la depresión.

Santiago Chiva de Agustín

santichiva@yahoo.es