Una pelota desaparece en un campo redondo : ¿Cuál es la mejor forma de encontrarla? Tiene usted todo el tiempo que quiera para pensar la respuesta, y les adelanto que yo no lo averigüé.

Pues bien, una vez que me la han contado les aseguro que me ha parecido de lo más elemental. Es lo que suele ocurrir cuando a una persona inteligente y sagaz como yo le comunican la solución de un enigma: se coloca uno en el centro del campo y va uno haciendo círculos cada vez más amplios hasta agotar el terreno. De esta forma, es imposible que no se encuentre la pelota.

La prueba la inventó un inglés, al que el diablo confunda, llamado Simón Benet, y fue utilizado por el muy democrático Gobierno de Su Graciosa Majestad en el proyecto de Ley de Deficiencia Mental. En pocas palabras, aquel muchacho que no adivina la respuesta a la pregunta de Benet (y a otras cuestiones) podría ser apartado de su familia sí, a la fuerza- y recluido en un sanatorio mental, aún con la oposición de sus padres. Una vez más, el Estado perseguía a la familia, esa célula de resistencia la opresión. En plata, que a mí me habrían recluido, oiga usted.

Era la misma norma, afortunadamente modificada en sus aspectos más salvajes, por las que se pretendía evitar la reproducción de esos seres humanos inferiores por el científico procedimiento de la castración. Es decir, lo mismito que ahora propone la socialista Elena Salgado, ministra de Sanidad del Gobierno socialista. Doña Elena, y el reto de eugenistas actuales, son mucho más modernos, donde vas a parar, que los británicos del post-victorianismo : Lloyd George y compañía.

En el siglo XXI podemos decidir no sólo cómo debe vivir el individuo si en familia o encerrado en una institución pública- sino quién merece vivir y a quien debemos condenar al matadero. Eso sí, a un matadero indoloro, que aquí todos somos muy humanitarios, muy filántropos y muy oenegeros. La fecundación in vitro, la experimentación con embriones, la clonación, el bebe medicamento, etc., todas esas maravillas de la ciencia, no son más que una adaptación de lo que intentaron los británicos en la postguerra (I Guerra Mundial) y de lo que luego Hitler traduciría, no a internados para retrasados, sino a centros de acogida-exterminio para deficientes mentales. La de cantidad de minusválidos psíquicos alemanes que murieron en quirófano cuando iban a ser sometidos a una ¡operación de apendicitis!

Al final, en la Inglaterra de los años diez-veinte, en la Alemania de los 30 o en la España del siglo XXI, la obsesión contra el débil sigue siendo la misma. El poderoso, en el presente caso el Gobierno ZP, no entiende que para ser dulce se precisa mucha fortaleza, para ser pacífico hay que tener mucho coraje, y tampoco entiende que sólo se logra la sabiduría mediante la sencillez y a la santidad sólo se accede por la inocencia. Pero para el poderoso no es susceptible de tales sutilezas. Por eso le molesta tanto la debilidad: no es que le ofenda, es que no la comprende. Además, ¿para qué deben existir subnormales si no aportan nada y distraen muchos recursos?

Eulogio López