Pedro Sánchez se ha enquistado en Moncloa y se ha convertido en la imagen viva del encanallamiento de un país: “Si condenan a mi mujer, yo les indulto”, como hizo Joe Biden con su hijo.

El complejo de la salida de Madrid hacia el noroeste de España se ha convertido en su fortín, del que tan sólo sale en coche blindado y con planes de seguridad diseñados de antemano con precisión.

Un ejemplo, no se pierda el titular de este comunicado del Banco de España: “El Banco de España consulta con académicos y expertos en Economía para fijar prioridades de sus investigaciones”. ¿En serio? 

Ha cogido miedo a los abucheos, porque sabe que muchos de ellos no están preparados sino que vienen improvisados. Este hombre no es muy popular y se lo pone en bandeja a Núñez Feijóo cuando dice aquello de que “usted no puede bajar a la calle”.

Al mismo tiempo, su inquietud crece y sus subordinados, como ya hemos comentando en Hispanidad, tiemblan y tratan de despachar con él, lo menos posible.

Un ejemplo, no se pierdan el titular de este comunicado del Banco de España: “El Banco de España consulta con académicos y expertos en Economía para fijar prioridades de sus investigaciones”. A ver si lo he entendido: el más prestigioso Servicio de Estudios económicos de España, puntero en Europa, el del antiguo banco emisor, tiene que consultar a “expertos” económicos sobre qué debe investigar. La explicación no es muy sencilla: el nuevo gobernador del Banco de España, José Luis Escrivá, quiere evitar que su propio Servicio de Estudios se atreva a criticar la política económica de Pedro Sánchez.

El Sanchismo ya no busca gobernar, sólo lucirse, en la frontera misma del ridículo: “Todos los progresistas del mundo nos miran”

El Sanchismo ya no busca gobernar, sólo lucirse, en la frontera misma del ridículo. Por ejemplo, cuando don Pedro exclama: “todos los progresistas del mundo nos miran”.

Si sólo fuera la degradación de un personaje, aunque fuera presidente del Gobierno... pero no, hablamos de la imagen del encanallamiento de un país, por lo menos, de un régimen, donde todo vale con tal de ganar. Y así, un día y otro sin el menor asomo de concordia y donde la verdad no importa: lo que importa es vencer y permanecer.