José Borrell, hombre solidario, asegura que España tiene que ser solidaria con Europa en materia de gas.

Olaf Scholz, como es alemán, adora las matemáticas y desprecia la solidaridad así que exige mega-gasoducto que une España con Alemania para que Alemania reciba su gas. No sólo para vivir bien sino para mantenerse su industria y exportar sus cachivaches a España. 

Y lo exige porque España tenía dos cosas: plantas regasificadoras, casi tantas como toda la UE junta y gas argelino. 

Gas conseguido, entre otras cosas, gracias a unas relaciones difíciles pero sólidas con Argelia que, además, nos venían de miedo para rodear al gran enemigo de España, que es Mohamed VI de Marruecos, con dos gasoductos que unen Argelia con la península.

Gas argelino que Pedro Sánchez ha puesto en peligro al entregar el Sáhara a Marruecos, aún nadie sabe por qué.

Y sí, Borrell tiene razón. 

Y la postura de Scholz resulta tan antipática como lógica. Es decir, muy alemana.

Ahora bien, ya es el momento de abandonar el mito de las energías renovables que, además de destruir el paisaje, suponen una ruina para todos. La energía definitiva no pueden ser la eólica ni la solar, sino la nuclear. Reactores nucleares, a ser posible de fusión, cuando logremos controlarla, y pilas de energía nuclear. Y el gas y el petróleo seguirán siendo necesarios durante mucho tiempo. 

Es el momento de pensar en ello.