El caso Tellado y a las poco convincentes peticiones de disculpa de Marisu
Ya hemos dicho que María Jesús Montero, Marisu, se está encanallando, a medida que sube en el escalafón. Llegó a Madrid como una mujer dicharachera pero educada y amable, con unas tragaderas enormes pero que sabía justificar con ironía, por lo que se evitaba el engorro de mentir: la mentira tiene las patas cortas, la ironía es de gran zancada.
Pero ahora ha cambiado mucho y no para bien. El encanallamiento es un plano inclinado suave pero que llega hondo. Comienza casi sin darse cuenta, cuando lo que te preocupa ya no es hacer las cosas bien sino quedar bien al hacer las cosas. En esto consiste la profunda degradación de esta sevillana que empezó como ministra de Hacienda de pura chiripa, brilló como portavoz, buena vendedora pero siempre respetuosa, y ahora se ha convertido en una canallita que tira la piedra y esconde la mano y que va por la vida metiéndole la mano en el ojo a todo aquel que pilla por delante.
Con el condicional 'si' no sólo no se está pidiendo perdón sino que se añade el ridículo a la víctima: ¡míralo, es tan tonto que se ofende si le llamas calvo!
Tras la huída de Nadia Calviño a Europa para cuadriplicara su sueldo, Teresa Ribera, que sueña con la globalidad que se practica en las grandes instituciones internacionales, desde las que podrá salvar al planeta tierra o a Sánchez, para tapar a la ambiciosa Yolanda 'fashion'.
Vamos con el caso Tellado, que no deja de ser una anécdota pero que ejemplifica la hipocresía Marisu. Se escribe pronto, Marisu llamó calvo a portavoz del PP en el Congreso Miguel Tellado.
El encanallamiento comienza casi sin darse cuenta, cuando lo que te preocupa ya no es hacer las cosas bien sino quedar bien al hacer las cosas
La petición de perdón de quien no se siente culpable no es arrepentimiento: es una burla de la víctima. Si se ha sentido ofendido, asegura Marisu, pido perdón. ¿Cómo que si se ha sentido ofendido? ¿No lo sabe usted, señora vicepresidenta?
Con el condicional 'si' no sólo no se está pidiendo perdón sino que se añade el ridículo a la víctima: ¡míralo, es tan tonto que se ofende si le llamas calvo!
El encanallamiento comienza casi sin darse cuenta, cuando lo que te preocupa ya no es hacer las cosas bien sino quedar bien al hacer las cosas.
Y volviendo al caso Tellado y a las poco convincentes peticiones de disculpa de Marisu, si alguien sale con aquello de que llamarle calvo a un calvo tampoco es tan grave, le diré dos cosas:
1.No hablamos del huevo, sino del fuero.
2.Lo que respondió el propio Tellado: ¿Se imaginan lo que hubiera ocurrido si fuera al revés, si un varón identificara a una mujer por su aspecto físico?