Premisas del ateísmo en el siglo XXI. Son tres:

  1. Dios no existe (conclusión olímpicamente convertida en premisa).
  2. Si existe, debería avergonzarse porque el mundo va fatal.
  3. De hecho, Dios debería avergonzarse de existir, porque lo suyo es que no exista. Es más, si tuviera valores debería suicidarse y abdicar en el hombre. Por ejemplo, en mí, mismamente.

Y es que el ateísmo del siglo XXI es muy profundo. Oscila entre la negación de Dios y la blasfemia contra Dios.

Y la razón de tamaña estupidez es simple: el hombre actual anda desesperado. Viktor Frankl, el inventor de la logoterapia -o curación por la palabra- recordó que el hombre debe encontrar un sentido para su vida o incurre en depresión. Y claro, cuando el aspirante se empeña en no confiar en Cristo, no encuentra sentido para su existencia. Sin Dios -latente o explícito-, no hay sentido de vida que aguante.

Los socialistas son más ateos que blasfemos, mientras que Podemos es más blasfemo que ateo

Es entonces cuando el hombre se vuelve contra Dios y oscila entre negación y acusación. No puede explicar el mundo sin Dios y entonces decide que vaya porquería de mundo que ha creado Dios y, naturalmente, la culpa la tiene Él por crear un hombre libre que puede salvar el mundo o condenarlo… precisamente porque Dios lo ha creado libre. Pero como el hombre del siglo XXI no está dispuesto a asumir su responsabilidad en la pésima marcha del mundo, como haría don Pedro Sánchez, el problema se vuelve insoluble. Como mucho, se llegará a la conclusión de que la culpa nunca es del sujeto agente, sino del vecino. Calentamiento global incluido.

Conclusión: Dios no existe. Si existe, debería avergonzarse por cómo está el mundo. O suicidarse y dejarme como sucesor… a mí mismo. Por ejemplo.

Y no se crean que todo este diagrama obedece al esquema ideológico de Podemos, sino al del PSOE. Los chicos de Pablo Iglesias se sitúan en la ecuación siguiente: la Iglesia no debe ser destruida, es un medio para alcanzar cambios políticos y sociales. No, el diagrama corresponde más bien a la filosofía del PSOE de Pedro Sánchez: la Iglesia debe ser destruida porque Dios no existe. Los socialistas son más ateos que blasfemos, mientras que Podemos es más blasfemo que ateo.