El satanismo cunde en el siglo XXI, pero no conviene obsesionarse con ello
Lo cuenta Gabriel Amorth, el exorcista romano, quizás el más conocido del mundo. Un tipo con mucho sentido del humor y una claridad casi tenebrosa. Quiero decir que, como todos nos hemos vuelto unos pedantes insufribles, no logramos entender a quién habla claro.
Amorth en su obra El Diablo (se le entiende todo, oiga) hace referencias a un personaje que para mí era, hasta hoy, absolutamente menor. Se trata de Sai Baba, un santón indio e hindú pero, sobre todo, algo más peligroso: un satánico. Hasta ahora, mis referencias sobre este personaje eran mínimas. Se le consideraba una reencarnación de los dioses Brahmá, Visnú y Shivá pero ahora, gracias a Amorth, sé que es algo más que un santón: es un satanista.Satán ha logrado su gran victoria sobre el hombre moderno, al conseguir que la mayoría niegue su existencia. Es más, cada día hay menos gente que cree en Satán y más que creen en quirománticos, brujos, adivinos, etc. Es cierto que algunas de esas manifestaciones de lo luminoso son supercherías para crédulos pero otras, cada vez más numerosas, no. La magia blanca no existe, sólo existe la gracia de Dios o la magia negra.
Y así, Amorth denuncia que, en Italia, el 26% de los jóvenes universitarios ha participado en güijas, una de las puertas de entrada favoritas del Satán, y que las 'exorcistas' no tienen tiempo para atender a todos los infestados, endemoniados, poseídos etc., que solicitan ayuda.
Podemos cerrar los ojos, hacernos los modernos y decir que no existe, pero haremos mal. También podemos obsesionarnos con él, que es lo que el jefe de los ángeles caídos utiliza, es decir, la negación de su existencia pero, al mismo tiempo, no soporta que le ignoren.
Ni lo uno ni lo otro. Además, como dice Amorth, el mejor exorcismo es una confesión bien hecha, esto es, con conversión del corazón. O también aquello de que el demonio puede salir de un poseso con oración y sin exorcismo pero nunca con exorcismo y sin oración.
Eulogio López