Sr. Director:
Hasta 2012, una pareja sueca a la que nacía un hijo tenía derecho a 16 meses de permiso pagado, a repartir entre la madre y el padre, con un mínimo de dos meses para él. Por regla general, ella y él tenían que tomar el permiso de forma alterna: solo podían solaparse por diez días, y dentro de los dos primeros meses.
Con tales condiciones, la opción natural era la que de hecho tomaban casi todas las parejas. Los dos disfrutaban de sus diez días de permiso conjunto inmediatamente después del nacimiento; luego, él se reincorporaba al trabajo mientras ella seguía de permiso hasta 14 meses más; a continuación, él tomaba el relevo. Cuando él había consumido sus dos meses, la criatura ya podía estar atendida en la guardería pública mientras sus padres trabajaban. Antes y ahora, si no han gastado todo su permiso, pueden usar la parte que les quede de forma esporádica hasta los 8 años del hijo: en la práctica, en verano, para cubrir los días en que ninguno de los dos tiene vacaciones, pero los colegios están cerrados.
La reforma de 2012 consistió en ampliar a otros 30 días, además de los diez de rigor, el tiempo de permiso que padre y madre pueden disfrutar a la vez, y dentro del primer año. Se pueden tomar de modo intermitente, de modo que la familia decide, según la necesidad del momento, cuándo aprovecharlos.
En la práctica, es el padre quien hace uso de esta flexibilidad, mientras la madre sigue con su permiso continuado el primer año. Así, desde luego, aumenta el tiempo que él la acompaña al principio; pero no mucho: por término medio, los días adicionales de permisos simultáneos subieron un 4% en los dos primeros meses y un 6% en los seis primeros.
Con el permiso flexible, a cambio de un ligero aumento de ausencias del trabajo no programadas entre los padres, la salud de las madres ha mejorado claramente.