Sr. Director:
Por una tradición inveterada el día glorioso de Todos los Santos, parece haber perdido toda su grandeza, y ha pasado a cobrar protagonismo el día de los difuntos, obligada visita a los cementerios. El padre del periodismo moderno Mariano José Larra nos dejó uno de sus artículos costumbristas, El día de los difuntos, escrito desde una situación existencial próxima a su final trágico y desgraciado. En este artículo nos da una visión de la España de su tiempo en plena descomposición política y social. Tiempos parecidos a los nuestros en los que se impone la colonización made in USA del halloween, repleto de calabazas ardientes y seres satánicos con cornamenta roja.
La sociedad postmoderna y nihilista pretende vivir al margen de las verdades finales de la existencia humana: muerte, juicio, infierno, gloria, que son objeto de mofas blasfemas jocosas y sustituidas por modelos apocalípticos made in Hollywood. En otros tiempos más recientes se reprensentaba El Burlador de Sevilla de Tirso de Molina o su más impactante hermano menor Don Juan Tenorio, de osé Zorrilla, el mito español más universal, junto con la Celestina y Don Quijote. El Cementerio se Sevilla se convierte en escenario cómico-trágico de los convidados de piedra, hasta que el libertino Don Juan, por la visión de Doña Inés, la novicia seducida, reconoce su error y pecado y con verso encendido proclama: Clemente Dios gloria a Ti ( Mas es justo y notorio que pues abre el purgatorio un punto de penitencia, es el Dios de la Clemencia el Dios de Dan Juan Tenorio. Algunos camposantos son joyas arquitectónicas: los muertos, son para los vivos un reclamo de turismo laico; pero de entre sus múltiples plurales, humildes y grandiosos sepulcros, parecen resonar las voces que Larra, Fígaro literario, escribió hace tiempo: “Miraos insensatos a vosotros mismos y en vuestra frente veréis vuestro pequeño epitafio. ¿Vais a ver a vuestro padres y abuelos, cuando vosotros sois los umeros? Ellos viven, porque tienen paz, ellos tienen libertad la única posible sobre la tierra. Evidentemente, el Pobrecito Hablador, que fue Lara no pensó en las Resurrección final de los fieles difuntos.