Sr. Director:

Estamos en plana Cuaresma y me parece un tiempo propicio para que nos recordemos de la necesidad de hacer penitencia. Es un tema muy propio del Nuevo Testamento, desde la predicación del Bautista y tantas palabras del propio Señor. Lo resumen bien unas palabras del Pastor de Hermas, Mandam. IV, 2: “a todos los que se arrepienten les concedo inteligencia. ¿O es que no te parece –me dijo que este mismo arrepentirse es un género de inteligencia? (…) Porque el pecador que hace penitencia cae en la cuenta que hizo el mal delante del Señor y sube a su corazón el remordimiento de la obra que ejecutó y se arrepiente y ya no vuelve a obrar el mal, sino que se entrega a la práctica del bien por múltiples modos y humilla y atormenta su alma por haber pecado”.

En este contexto, no puedo por menos de recordar a san Juan Pablo II, que usó ampliamente conceptos del Adviento y de la Cuaresma en la preparación del jubileo del 2000, elemento esencial para entender a fondo su pontificado. Termino con una breve cita de la carta Tertio Milenio Adveniente, 50: “El anuncio de la conversión como exigencia imprescindible del amor cristiano es particularmente importante en la sociedad actual, donde con frecuencia parecen desvanecerse los fundamentos mismos de una visión ética de la existencia humana”.