El problema de Zapatero es que no sabe remodelar gabinetes más que nada porque no sabe lo que quiere. Bueno, quiere salir inmune de una crisis que puede expulsarle de Moncloa, pero no sabe cómo hacerlo. La clave está en sustituir al vicepresidente económico, Pedro Solbes, que no sólo es un probo funcionario sino que ante la peor crisis económica desde la postguerra se comporta con el tancredismo del funcionario.
La política económica de Zapatero y Solbes consiste en dar palos de ciego. Se golpea un objetivo con los ojos cerrados. Si funciona, es decir, si provocan confianza en el Ejecutivo por parte del electorado, se profundiza; si no, se da marcha atrás y a otra cosa. Por eso los cronistas, los propios y los contrarios, no se ponen de acuerdo sobre cuántos planes económicos ha puesto en marcha ZP desde que certificara la existencia de crisis, el 10 de marzo de 2008: unos dicen que cinco, otros siete y algunos lo elevan a ocho.
ZP intuye, eso sí, que la batuta económica la debe llevar alguien que acredite solvencia. No brillantez, sino solvencia, vamos, alguien que no tenga fama de loco o aventurero. Miguel Sebastián, el relevo que ZP siempre estuvo preparado, no atraviesa su mejor momento. Precisamente, lo que el keynesiano Sebastián provoca más miedo que tranquilidad.
Así que el candidato lógico, el que le aconseja casi todo el mundo -salvo Solchaga, que apuesta por Pedro Pérez- es el comisario europeo de Economía, Joaquín Almunia- Digamos que es el candidato virtual para tomar el relevo de Solbes. Sin embargo, Almunia es un felipista que siempre ha considerado a Zapatero como un advenedizo con la cabeza llena de pájaros. Es más, se ha permitido el lujo de criticar desde Bruselas, y en todos sus viajes a Madrid, la política del Gobierno. Almunia no respeta nada al actual presidente del Gobierno, y a ZP le molesta que no le respeten.