La primera empresa de España, Telefónica, ha hecho públicos unos resultados formidables en 2003. Si 2002 fue el año de comerse el marrón del desastre de la UMTS, o tercera generación de móviles, en 2003, el grupo tuvo un resultado de explotación de 6.238 millones de euros. Sin embargo, provisionó 1.372 millones para despedir a 5.489 empleados. Es más, es sólo una parte de un paquete que se proponer alcanzar los 15.000 despidos. De esta forma, podemos encontrarnos con que, en una década, la que concluiría en 2006, Telefónica ha podido poner en la calle a 50.000 trabajadores. Eso sí, la mayoría de ellos con buenas indemnizaciones por despido. Ahora bien, no se trata de que los despidos sean pactados o no con los sindicatos, o que se ejecuten de forma más o menos traumática. Lo curioso es que con tan formidables resultados el equipo de César Alierta podía haber pensado en invertir más y dividendar menos, y, en especial, en no despedir a tanta gente. No hay que olvidar que Telefónica subcontrata la inversión en redes y que sus propias redes, tanto de telefonía móvil como de fija, no ofrecen, precisamente, una gran calidad para el usuario. El otro punto importante de la cuenta de resultados es la primacía de la telefonía móvil. Hay que insistir, en este punto, en lo que ya hemos dicho reiteradamente en Hispanidad.com. César Alierta se conforma con que la telefonía fija cubra gastos, mientras que fía la capacidad de generación de recursos a la telefonía móvil. No es para menos, si consideramos que, en 2003, los móviles aportaron el 72% de los resultados. 

Es más, hasta el momento, la telefonía fija resultaba clave porque representaba el soporte tecnológico de Internet y la sociedad de la información. Y así continúa siendo. Ocurre, sin embargo, que el nuevo salto tecnológico va a consistir en la conexión Internet vía teléfono móvil. Así, podríamos llegar a un punto en el que el interés por invertir en telefonía fija fuera nulo para una empresa privada. Y que esas inversiones tuvieran que estar empujadas, forzadas, por el Estado. Ese escenario no parece demasiado lejano.