A pesar de la crudeza con que el Gobierno advierte de la dramática situación, ni los mal llamados sindicatos de clase ni la izquierda política están dispuestos a aceptar un cambio de cultura basado en no gastar lo que no se tiene.
Se añade a ello otro imperativo: pagar lo que se debe. Las administraciones públicas se gastaron el pasado año 91.000 millones más de euros de lo que ingresaron, dejando un déficit en las cuentas públicas del 8,51 del Producto Interior Bruto, el doble de lo que le exigió la Unión Europea, qué vergüenza.
Durante la campaña electoral el Partido Popular repitió que sabía lo que tenía que hacer para enderezar la situación, y en buena medida obtuvo su mayoría absoluta gracias a la confianza suscitada. Pero ahora, ante una situación que ha rebasado todas las previsiones iniciales, el Gobierno está obligado a desplegar todos los medios para explicar con detalle cada una de las medidas que se vea obligado a adoptar.
Tendrá que hacerlo aunque cueste alguna batalla callejera promovida por minorías, pues la sociedad ha demostrado que quiere reformas y no batallas.
JD Mez Madrid