El debate sobre el Estado de la Nación, dicen algunos, no ha defraudado. Mariano Rajoy ha confirmado que su forma de hacer política se basa en un diagnóstico adecuado y realista de los dramas de la economía española, con el paro a la cabeza, y en el trabajo de previsión para ofrecer las oportunas medidas.
La sincera confesión de Rajoy de que no ha podido cumplir con sus promesas electorales por sentido de la responsabilidad le honra y facilita el paso siguiente.
El presidente del Gobierno rehúye por sistema la demagogia, una tentación en la que el Partido Socialista cae con demasiada frecuencia. Rubalcaba ha vuelto a mezclar los temas y a olvidarse de los matices y de los datos, haciendo gala de su demagogia efectista.
El hecho de que Rajoy insista en que España tiene futuro y ese futuro pasa por la aplicación de una segunda generación de medias económicas para acabar con el paro y para activar la economía, no es mal servicio, sobre todo viniendo de donde venimos. La repugnancia de Rajoy hacia la corrupción debe traducirse en medidas concretas que generen confianza.
En las intervenciones del presidente del Gobierno quizás ha faltado incidir en otras cuestiones no solo económicas; sus referencias, por ejemplo, al sistema educativo han sido demasiado breves.
José Morales Martín