Sr. Director:
¿Se imaginan cuál hubiera sido la reacción entre los principales engranajes culturales y mediáticos de Occidente en caso de que esa trucada foto, la de Benetton, -que hoy recorre pantallas televisivas y páginas electrónicas a lo largo y ancho del mundo- mostrando al Papa Benedicto XVI besándose en la boca con algún líder mundial, en este caso con un egipcio, pusiese en solfa no al jefe religioso de mil quinientos millones de almas sino a un conocido y significado homosexual, besando en la boca a una señora demasiado gorda o a un negro demasiado ridículo, sin hablar ni pensar que el personaje fuera un antiguo profeta musulmán?

 

Ni qué decir tiene cuál sería el revuelo y la ventisca que los anti-discriminatorios habrían levantado.

A estas horas agitarían las aguas de ese turbio y vasto mar de lo políticamente correcto (aunque mucho más que un mar se trata de un magnífico negocio). Nadie entre los antisistema ni los indignados y menos quien los dirige ha abierto boca. Y es que los medios hegemónicos -y es lo mismo que decir los políticamente correctos- tienen esa ventaja: la de decidir que es discriminación y que no, cuándo corresponde indignarse y cuándo no. A pesar de todo esto los de la "marca" en cuestión se han vuelto a columpiar.

José Morales Martín