La vicepresidenta se vio obligada a defender al alcalde de Madrid, el nombramiento más controvertido de Mariano Rajoy

 

Era el comentario general en La Moncloa. La llegada de Ruiz Gallardón al Consejo de Ministros fue la de un hombre mal encarado, más que el titular de la cartera de Justicia de un Gobierno vencedor. Parecía un delincuente que intentara ocultar su rostro a los fotógrafos. Como una exhalación, con el pelo casi rapado al cero, como dicen los psicólogos que hace la gente que quiere empezar de cero, 'Ruizga' subió las escaleras a toda velocidad, serio y adusto, como si quisiera hurtar a la opinión pública el secreto de sus pensamientos.

A la propia Soraya Sáenz de Santamaría le preguntaron más tarde por el ministro más controvertido del Gobierno Rajoy, un hombre que deja una deuda de 7.000 millones de euros a sus espaldas en una de las ciudades más ricas de España y que prometió que no iba a abandonar la Alcaldía de Madrid.

Soraya puso cara de circunstancia, se metió las manos en los bolsillos y no silbó pero puso cara de silbidito cuando dijo: "Espero que los madrileños entiendan y valoren que Alberto Ruiz-Gallardón haya abandonado la Alcaldía de la capital para ser el nuevo ministro de Justicia, ya que el Presidente de Gobierno ha considerado que es el más adecuado para ponerse al frente de esta cartera en estos momentos".

Gallardón ha sido fiscal y abogado, señaló Soraya, y es la persona más idónea para asumir la tarea de "modernizar la administración de justicia". Señaló Soraya que Rajoy le ha encargado todo un paquete de normas para mejorar todo el sistema y superar la ineficiencia del sistema judicial, además de lograr una mayor agilidad en la resolución de los conflictos.

Las palabritas de Soraya no suponen una ayuda precisamente para un hombre al que los fiscales, sus ex compañeros, han recibido de uñas. La mayor parte de ellos son del PSOE. La Justicia está absolutamente politizada como bien se han encargado de demostrarnos con sus peripecias vitales personajes como Baltasar Garzón. En una época de recortes, y sin medios, Gallardón tendrá que enfrentarse al colosal reto de intentar dotar de medios a un sistema de justicia donde los expedientes se los comen, literalmente, los ratones. No hay más que acordarse del vergonzoso caso de la muerte de la pequeña Mari Luz Cortés. El caduco sistema judicial español impidió que se supiera que su asesino, Santiago del Valle, estaba condenado en otra provincia por abusos sexuales.

La cartera ministerial de Justicia no ha sido, a juicio de algunos, un regalo sino una trampa donde Gallardón puede perecer asfixiado. Su gran rival, Esperanza Aguirre, puede reír la última. No hay hombres de su cuerda en el Ministerio, pero ni ella ni los suyos se van a achicharrar. Esperanza sigue sonriendo en su belén en la Puerta del Sol, con la misma gracia de Arias Cañete, que sabe posar como las top models y ha hecho las delicias de los fotógrafos esta mañana con su desparpajo, todo lo contrario que el ministro de defensa Pedro Morenés, quien, seco y tieso, parecía un zombie de película mala de matinée. Casi le hurta a Gallardón el puesto de borde del día.

Sara Olivo

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