Felipe González descubrió lo muy útil, y barato para el erario público, que suponía contar con una Guardia Civil castrense e impuso a sus rogelios que no tocaran algo que funcionaba tan estupendamente bien, aunque fuera símbolo del rancio Franquismo y la derecha. Aznar no necesitaba convencerse, aunque, siguiendo la tónica habitual, se mostró remiso con sus mandos y tacaño con su Presupuesto.
Pero ha llegado Zapatero, de tendencias ni más izquierdistas ni más derechistas que González, sino más insensatas, y ha decidido terminar con la Guardia Civil. Ninguneada hasta la extenuación en beneficio de la muy civil Policía Nacional (cuyos miembros también están muy hartos de ZP por cuestiones laborales y de seguridad ciudadana) La Guardia Civil entró en crisis, con un absentismo laboral disparado, en la mayoría de los casos por depresión.
La civilización y disolución final- de los tricornios comenzó con el nombramiento de mando único, en la persona de Joan Mesquida, un personaje asimismo muy civil. Ahora, el ministro de Defensa, José Antonio Alonso, anuncia (ver Desayunos de TV en Hispanidad) que va a elaborar una norma en la que se diga cuáles son las funciones militares de la Benemérita.
Mientras tanto, 3.000 guardias civiles, algo nunca visto, se manifestaban el pasado fin de semana en Madrid, con sus uniformes, algo nunca visto en una institución centenaria.