Duras palabras ciertamente, pero sinceras. Me tomo lo del ajusticiamiento como metáfora, pero no es menos cierto que los que denuncia es justamente eso: un ajusticiamiento, y no metafórico.
Es verdad, Benedicto XVI fue más duro con Nancy Pelosi que con, por decir algo, Teresa Fernández de la Vega. ¿La diferencia? Que De la Vega es una abortera que no se pretende católica; Pelosi, Biden sí, y el señor Obama, se pretende cristiano, aunque se aproxime tanto al panteísmo que corre el riesgo de que lo sea. Zapatero o Fernández De la Vega son tan criminales como Biden o Pelosi, pero los dos primeros no engañan a nadie, los dos segundos, sí.
¿Y toda esta incoherencia es ajena a la economía de la Administración Obama? ¿Por qué había de serlo? Si no respetas al hombre, sino a la humanidad, acabas haciendo un plan de saneamiento económico como el de Obama: subes los impuestos para salvar las grandes empresas y para tener más sometida a la población que ha sido el plan Obama y ahora el Presupuesto Obama.
Veamos: en primer lugar la dedicación a la sanidad y la eduación es mucho menos de lo que cantan los corifeos del nuevo presidente. Habla Obama de un Estado del Bienestar, pero no me parece éste el mejor momento para forjarlo, y menos a costa de subir los impuestos. ¿A los ricos? No, a las clases medias.
La atención sanitaria es estupenda pero, en este momento, a lo mejor no es el mejor para un Estado del Bienestar, no vayas a crear un malestar de Estado. La política de abrir zanjas y volver a llenarlas en tan estúpida para un keynesiano como la de un liberal empeñado en pasar del sometimiento al Estado al sometimiento a las multinacionales. El individuo y las familias no tienen por enemigo ni a lo público ni a lo privado, ni a los públicos y privados grandes. La justicia social no es la lucha del Estado contra el mercado ni del sector público contra la iniciativa privada ni de los impuestos contra los precios, ni de la empresa pública contra las sociedades anónimas: la justicia social es la lucha de los grandes contra los pequeños, la lucha por la libertad individual, la igualdad de oportunidades, la dignidad de las familias (me gusta más que la dignidad personal) y en suma, la guerra permanente de lo pequeño por no ser esclavizado el grande, sea un Ministerio o una multinacional.
Al final, tanto en el aborto como en la economía, la progresía siempre se ensaña con el débil y con la libertad. Eso sí, en nombre del débil. Son dos caras de la misma moneda
Eulogio López
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