Es curioso el mensaje que Juan Pablo II ha lanzado para la Jornada Misionera Mundial (el famoso Domund, que se celebrará el 24 de octubre): "¿Podría realizar la Iglesia su propia vocación sin cultivar una constante relación con la Eucaristía, sin nutrirse de este alimento que santifica, sin posarse sobre este apoyo indispensable para su acción misionera? Para evangelizar el mundo son necesarios apóstoles "expertos" en la celebración, adoración y contemplación de la Eucaristía. Para vivir la Eucaristía es necesario demorarse largo tiempo en oración ante el Santísimo sacramento".

 

Por cierto, la Exposición del Santísimo se está mostrando como el arma más eficaz para la revitalización de la vida parroquial (y créanme, existen muchas parroquias muertas: todas aquellas que no confiesan y que esconden al Santísimo). Exponer al Santísimo se ha convertido en uno de los instrumentos de evangelización más eficaces, tanto en Europa como en América.

 

Volviendo al mensaje papal. A lo mejor, este enfoque tan sorprendente para una jornada sobre las misiones es porque ahora tan importante es misionar en África como en Europa, que se ha convertido en tierra de misión. Lo mismo da Bruselas que Ruanda, Berlín que Tegucigalpa. Crecen las vocaciones en los países en desarrollo, pero la vida muelle de la vieja Europa y de Estados Unidos no provoca más que seminarios vacíos o seminarios escandalosos (y en este punto pueden ustedes entender lo que consideren necesario).

 

¿Por qué habrá dado ese sesgo a su mensaje Juan Pablo II, que no da puntada sin hilo? Quizás, porque era necesario.

 

Eulogio López