Las palabras del consejero andaluz de Turismo, ese hombre, o sea, Rafael Rodríguez, son de traca. Vuelve a la carga con la Iglesia, así como quien no quiere la cosa -con mucha coña si no habláramos de cosas serias-, a propósito de la Mezquita-Catedral de Córdoba (en la imagen), una ciudad, saben, con el 90% de musulmanes y un reducido grupo de cristianos que debe rondar, no se sabe muy bien, entre el 1% y el 2%.

En una carrera de obstáculos contra el más común de los sentidos, dice Rodríguez que es "inaceptable la actitud fundamentalista de la curia, que antepone su credo religioso al sentido común y a la naturaleza histórica del monumento". Y claro, todo eso, dice, puede afectar al turismo. Cervantes le contestaría con lo que dejó escrito en 'El Quijote': "Cosas veredes, amigo Sancho, que farán fablar las piedras".

¿Ignora Javier Rodríguez el folleto que recibe el visitante o lo que dice el portal en Internet de la Catedral de Córdoba Sólo una referencia de lo que así se dice que no dice el consejero de la Junta de Andalucía: "Es la Iglesia, a través del Cabildo, quien ha hecho posible que esta Catedral, antigua Mezquita del Califato de Occidente, y Patrimonio Histórico de la Humanidad, no sea hoy un montón de ruinas. Porque una de las misiones de la Iglesia siempre ha sido custodiar e inspirar el arte y la cultura. La visita a la Catedral de Córdoba puede despertar la exigencia de una Belleza más grande, que no se marchite con el tiempo. Porque la belleza, al igual que la verdad y la bondad, es un antídoto contra el pesimismo, una invitación a gustar la vida, una sacudida que suscita nostalgia de Dios".

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