No se sabe dónde está el chaval que se sitúa delante del tanque en la plaza de Tiananmen.

Visto lo visto, lo más probable es que fuera asesinado, como otros 2.000 compatriotas chinos. Pedía libertad a un régimen marxista, la mayor tiranía del planeta -de la que seguramente saldremos gracias a la conjunción planetaria de Obama en USA y Zapatero en Europa, con Leyre Pajín de portavoz-, que ha comprado el silencio de Occidente ofreciendo 1.300 millones de consumidores a sus empresas. Nadie como el Régimen comunista de Pekín, que mantiene aherrojado a una quinta parte de la humanidad, se ha dado tanta maña para convertir la miseria en poder económico. Acuérdense del viejo adagio: si debes un millón de euros al banco, estás en poder del banco pero si le debes 1.000 millones es el banco el que está en tu poder.

Veinte años después de Tiananmen casi nadie en Occidente habla de la dictadura china. Retorcidos como una viruta, los hijos del maoísmo se inventaron los de un país, dos sistemas: tiranía política y libertad económica. Y el capitalismo, al que la libertad siempre ha interesado bastante poco, entró en tromba. Recordemos que en China están todas las grandes multinacionales, también empresa españolas, como Telefónica, BBVA, Nutrexpa, ALSA, y siga usted contando, que siguen la teoría progresista de Hillary Clinton durante su reciente visita al hediondo país asiático: que los derechos humanos no sean un problema, aseguró una de las políticas más miserables y vergonzantes de la historia norteamericana, a la sazón, secretaria de Estado de Barack Obama. La dictadura no tiene que ser un problema para hacer negocios. Justo desde ese mismo instante, acaecido tiempo atrás, el más salvaje régimen que haya sufrido la humanidad, superador de las barbaridades del nazismo y el estalinismo, le habrá ganado la batalla a Occidente, que se rendía antes de comenzar el combate. Y se rendía, por la románica razón de que China es un gran mercado.

Naturalmente, con 100 dólares de sueldo al mes y 80 de pensión, los chinos tampoco han salido de la miseria pero, a cambio, los dirigentes comunistas han creado una clase capitalista y corrupta de multimillonarios que forjan, en efecto, un país tan pujante como mísero.

El lumpen chino sobrevive en el interior del continente y en la tienda que tiene usted al lado de casa, aquí en Madrid, bajo el rótulo: Alimentación. Este lumpen proletariado merecería un monumento a la resistencia en cualquier universo civilizado. A sus jefes, los canallas de Pekín, les hemos permitido la continuidad de la tiranía en el interior y la persistencia de sus emigrantes en el exterior. A pesar de su miseria, la tiranía china no puede impedirles en Occidente burlar la norma más odiosa de cuantos han vomitado los chinos un hijo por pareja.

Una de las mejor guardadas por los sátrapas de Beijing es la cifra real de emigrantes chinos en Occidente, verdaderos héroes que se han marchado de la tiranía socialista para caer en las mafias de las mafias capitalistas y, de paso, han aliviado la deuda del Régimen con los necesitados. Pero eso sí, ¡menudo mercado hemos conseguido los occidentales! No debemos dejar que dicho mercado lo enguarre el tediosos asunto de los derechos humanos. A fin de cuentas, ¿los chinos son humanos? ¿Todos ellos? ¿No son demasiados humanos? ¿No son demasiados derechos?

Eulogio López

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