Estaba prevista para el fin de semana, en Tegucigalpa, la Fiesta de la Juventud de Medjugorje. La fiesta americana, se entiende. Los diarios hondureños publicaban la programación. Como todos los años, el acto central era una eucaristía celebrada por el obispo de Tegucigalpa, el cardenal hondureño, Óscar Rodríguez Maradiaga, cardenal, miembro del G-8, en teoría la mano derecha del Papa Francisco.
No es la primera fiesta américo-medjugorjiana que preside Maradiaga, quien ha tenido palabras de afecto para Nuestra Señora de Medjugorje. Pero, de improviso, el cardenal Maradiaga se ausenta, camino de Roma y no puede presidir la celebración. Y a San Pedro llega en el justo momento en el que el Papa Francisco ha convocado al cardenal Camilo Ruini, coordinador de la Comisión Medjugorje y al prefecto de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, monseñor Muller, reciente capelo cardenalicio.
Así, entre nosotros, un Ruini favorable a la sobrenaturalidad de Medjugorje y un Muller que fuera invocado por el nuncio del Vaticano en Estados Unidos, como anti-medjugorjiano, en la celebérrima carta en la que se aconsejaba a los obispos norteamericanos que no acogieran a los videntes de Medjugorje porque la Iglesia aún no se había pronunciado al respecto.
De hecho, aunque no estuviera Maradiaga, la presencia de hasta cinco videntes en Tegucigalpa ya bastaría para incumplir la famosa carta del nuncio, seguida por tres obispados en el mundo, los tres españoles, entre ellos el Obispado de Madrid, y que desacreditaban las apariciones. Recuerdo que Iván suspendió su viaje a Estados Unidos precisamente por la carta del nuncio. Al parecer, no a Tegucigalpa.
¿Qué está pasando Pues que en Roma se está librando la batalla de Medjugorje. En teoría, un tema menor. ¡Y un jamón de mono! Es un tema mayor porque se trata de cerrar la puerta a las revelaciones proféticas o no. Estoy seguro de que la Iglesia no va a condenar unas apariciones que han conllevado miles de conversiones -que es lo importante-, en línea con lo que ha dicho el único miembro de la Comisión que ha hablado en público al respecto, monseñor Vinko Puljic (en la imagen) pero, aún así, me preocupa que se medio-censure a la Virgen con una aprobación tibia o por la vía de convertir Medjugorje en un santuario dirigido por quien pretenda desvirtuarlo, haciéndole más grandioso y menos penitente.
Porque lo que está en juego con la decisión Medjugorje es mucho, y el enemigo lo sabe. Se trata de creer en la Gracia de Dios actuando sobre el hombre o de seguir considerando que esa Gracia ya se manifestó en su día, ciertamente, pero que esos tiempos pasaron. Algo parecido a lo que les ocurre a ese tipo de personas que, cuando les hablas de fe, de inmediato evocan figuras de romanos con toga y sandalias o cuadrigas tiradas por alazanes. Algo romántico, incluso profundo, pero totalmente ajeno a ellos porque es algo del pasado y con el pasado murió. Lo malo es que Cristo vive y es Dios ayer, hoy y siempre. La fuerza de su brazo no ha disminuido y su Señorío permanece intacto. Por eso el Espíritu sigue actuando en el siglo XXI. Y Nuestra Señora, también.
Además, podría suceder que se otorgara la condición de santuario mariano a Medjugorje, lo que muchos incautos -yo mismo- lo percibieran como un gran logro. Poner al frente del mismo a quien no lo merece convertiría a este centro de Gracia en una farsa. Entonces sí que podríamos hablar de fraude. Una estafa de la peor ralea. No se condenaría a Medjugorje, se le envenenaría.
Eulogio López
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