Los tres Reyes Magos, astrónomos, descubrieron una noche de diciembre una nueva estrella de resplandor inusitado inexistente en los mapas del firmamento.
No sabían su nombre, porque había nacido por voluntad de Dios para anunciar su secreto, trazado con fuego en el cielo. Ellos comprendieron su voz porque eran justos: las conjunciones de los astros, el tiempo, la estación, el cálculo de las horas pasadas y de las combinaciones astronómicas les habían revelado un Nombre: «Mesías», su secreto: «Es el Mesías venido al mundo».
Ellos, poderosos de vida íntegra, se pusieron en camino sin calcular gastos ni incomodidades de un viaje por desiertos y montañas. No podían dormir pues la estrella los guiaba por las noches, y desde el oriente, el sur y el norte se reunieron cerca del Mar Muerto y Dios les concedió poder entenderse y viajar juntos hasta Belén para conocer y adorar al Rey de reyes.
Humildes: se sentían nada frente al Dios hecho hombre y se presentaron ante Él vestidos de sedas y joyas para honrarle: sabían que Dios regala riquezas incomparables a las almas que lo buscan y lo aman. Una gran lección para los cristianos de fe débil que celebran la fiesta de los Reyes honrando únicamente la alegría de los regalos materiales. Y para los políticos que organizan cabalgatas de los Reyes después de armar leyes abortistas.
María Ferraz