Educación para la Ciudadanía busca el adoctrinamiento ideológico, porque sus inventores (el gobierno de ZP) pretenden que sea la nueva religión del Estado, que reemplace a la religión católica profesada por la mayoría de los españoles.

El programa oficial de esta asignatura obligatoria deja bien claro que la democracia no es solo la forma de organización de la convivencia política, sino la única referencia moral para la vida en sociedad.

Es patente que nuestro país tiene un déficit de civismo. Por eso me parece bien que se enseñen –como ya se está haciendo un muchos colegios- los derechos humanos, en la Constitución Española, los mecanismos de participación ciudadana, el respeto a las minorías... Pero sin invadir la conciencia moral de los alumnos. Y, sobre todo, sin pretender imponer la doctrina oficial sobre el concepto de familia, la homosexualidad, la ideología de género, el laicismo o las listas paritarias.

Es tanta la obsesión del Ministerio de Educación por evitar discriminaciones, que Educación para la Ciudadanía identifica desigualdad con discriminación. No distingue si se trata de una desigualdad razonable que obedece a situaciones diferentes. Pone en la misma balanza los prejuicios sociales racistas, xenófobos, antisemitas, sexistas y homófobos; aunque no menciona el antirreligioso. Mala cosa son los prejuicios Pero al incluir el homófobo, se intenta confundir al alumno, porque  puede haber juicios racionales con una estimación ética desfavorable sobre la conducta homosexual, respetando al mismo tiempo la dignidad de la persona.

Sin Educación para la Ciudadanía nuestros jóvenes aprenden en el colegio y en sus casas que no se puede discriminar a nadie por sus creencias, religión, sexo, raza. Pero eso no significa –como sí lo da a entender EpC- que el matrimonio homosexual genera idénticos derechos de la familia.

Estas son las verdades universales que pretenden inculcarse a los alumnos de ESO y Bachillerato. No importa que vayan contra el espíritu de la asignatura cuyo objetivo declarado es considerar las distintas posiciones y alternativas existentes en los debates que se plantean sobre problemas y situaciones de carácter local o global. Actitud imprescindible para elaborar un pensamiento propio y crítico.

Clemente Ferrer Roselló

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