Sr. Director:

¿Y qué esperar? Nada, Esa nada gris, fría, amurallada. Esa nada demagógica y capaz de abrir tumbas para desenterrar el odio de todo un país. La vicepresidenta es el reflejo más genuino de un presidente que, además de cobarde, también piensa lo mismo que ella. Lo mismo que piensan los diputados del rojerío antidemocrático que se mantienen sentados, cuando se pide un minuto de silencio por la muerte de Juan Pablo II. Sí; el hombre, el Papa, pero hombre por encima de todo. Más cercano al dolor y a la realidad que los rojos del castrismo, cómodamente instalados en el sistema que tanto critican.

No voy a perder la serenidad. No voy a caer en una trampa que este Gobierno pone, con el objetivo de buscar el enfrentamiento y la visceralidad de los hombres y mujeres que enterraron a Franco y, "desde la Ley", no desde la revolución, asistieron al parto de esta democracia que da cobijo, incluso, a quienes, desde la izquierda, no creen en ella.

Lo triste, o lo nauseabundo, es que una representante de un gobierno democrático, se permita, en la tele de "todos", insultar al hombre que no ha sido todavía enterrado. Pero ellos son así. No tienen alma, y marchan ligeros.

Y si hoy o mañana se entrevista a la legión de parásitos del intelectualismo de la izquierda española, no solamente se dirá algo similar a lo dicho por la vicepresidenta, sino que alguno o alguna pedirá una manifestación para que el cuerpo del Papa no se entierre, porque sería preferible darlo como alimento a las bestias del circo. Esas bestias que en el Parlamento no se levantan cuando hay un minuto de silencio.

Cuando muera Castro, España tendrá siete días de luto oficial.

Cipriano De Ara

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