Hay que reconocer que el pueblo es mucho más sincero que los intelectuales y, sin duda, mucho más inteligente.
Una de estas colecciones de fascículos propias del mes de septiembre, pretende revivir el tebeo -buena idea-. Han comenzado el pasado fin de semana con un número sobre Mortadelo y Filemón, en cuya introducción puede leerse lo siguiente: Ibáñez ha sabido adaptarse a los nuevos tiempos. No lo creo. Precisamente eso es lo que el genial Ibáñez no ha sabido hacer.
La censura de la falda. Así es como es como el español medio -loado sea- interpretaba la censura franquista. Por eso, al llegar la democracia coincidió con el del cine del destape, por lo que muchos unieron libertad con minifalda. Digo loado sea porque, al Menos, Juan Español consideró que democracia e indecencia iban de la mano, pero no eran lo mismo que es lo que nos contaban los editoriales de El País, es decir, de la progresía.
Por cierto, el destape cinematográfico coincidió con la transición pero la transición política ya ha terminado mientras el destape continúa, hasta el punto de que el cine español se une a la teta española, aunque sus historias cuenten menos cosas que las del cine del Franquismo. El cine no mejoró con la democracia y 35 años después, lo único que queda es la obscenidad de los años setenta.
Me ceñiré a dos ejemplos: Ibáñez y Berlanga. Mortadelo y sus compinches ha constituido la iniciación a la lectura y el divertimento de un par de generaciones.
Berlanga. Con la censura franquista encima, con aquel cura al que Berlanga calificaba como co-guionista, el maestro hizo Bienvenido Mister Marshall, El Verdugo o Calabuch. Con las libertades democráticas hizo La vaquilla, Moros y cristianos o Todos a la cárcel.
Ojo, que la llamada decencia no es cosa del Franquismo, sino de la época. Las películas de la democracia norteamericana no eran tan guarras -me encanta emplear este término de nuestras abuelas, resulta muy gráfico- como las españolas de hoy ni de lejos. Se decía todo pero no había por qué meter la mano en los excrementos.
Sí, al arte de Ibáñez y Berlanga le sentó bien la censura franquista, aunque no me guste la censura. Simplemente, les obligaron a emplear su talento en lugar de plasmar majaderías.
Eulogio López
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