Cuando veo las imágenes de un Juan Pablo II enfermo y frágil, pero al pie del cañón y dando ejemplo de cómo debe llevarse el dolor, recuerdo los últimos días de enfermedad de mi madre, fallecida hace 5 años.
Me acuerdo que a pesar de estar muy enferma continuaba haciendo su trabajo de "Ser madre": nos daba consejos, nos ayudaba a ser mejores, se interesaba por nuestros problemas, estaba pendiente de nuestras necesidades, nos sonreía, nos ofrecía esas miradas de complicidad que solo una madre puede tener con sus hijos....
También recuerdo que, a pesar de verla solo media hora en la UCI, queríamos que siguiera estando con nosotros, poder cogerla de la mano, limpiarle la cara, demostrarle nuestro cariño, besarla aunque ella no se diera cuenta. Simplemente queríamos que siguiera estando ahí, como una referencia y un maravilloso apoyo en nuestras vidas.
Creo que todo lo que acabo de decir es fácil de entender, sobre todo para aquellas personas que han perdido a un ser querido. Pues bien, a los católicos con Juan Pablo II nos pasa lo mismo. Como hijos suyos, queremos que siga estando con nosotros, lo necesitamos. Y nos duele, y mucho, ver como los medios de comunicacion se ceban y se recrean con las imágenes de su enfermedad y su sufrimiento, a veces con una falta de respeto, que como hija suya tengo la obligación de denunciar públicamente.