Decía Manuel Fraga que la política hace extraños compañeros de cama. Por ejemplo, quién diría que el director de El Mundo, Pedro J. Ramírez, y el ex presidente del Gobierno (el primero considera que sus denuncias sobre corrupción hicieron caer a Felipe González) coincidirían en un mismo objetivo : expulsar a Rodríguez Zapatero de la Presidencia, a quien consideran un peligro para la estabilidad de España. Incluso ambos están convencidos de que la solución natural no puede ser el europeo Mister PESC (Javier Solana) ni el comisario Joaquín Almunia, sino que tiene que salir del propio Gobierno. En definitiva, que el sucesor de Zapatero tiene que ser José Bono, ministro de Defensa.
El responsable de Defensa iba a ser ministro del Interior, pero al final recaló en Defensa, porque así se lo pidió el Monarca al propio Rodríguez Zapatero. Lo mismo hizo en 1996, cuando el Rey impuso a José María Aznar que nombrara ministro de Defensa a Eduardo Serra.
Y Bono ha sabido aprovechar las oportunidades. En el momento presente, se encuentra en campaña, y afirma a sus próximos que cuenta con el apoyo de Felipe González, uno de los personajes que peor imagen tiene de su sucesor, Zapatero. La jugada de González, en plena sintonía con el Rey, consiste en lograr un recambio en Moncloa sin que el PSOE pase a la oposición. Algo muy difícil de conseguir porque Zapatero sigue ostentando ocho puntos de ventaja en intención de voto respecto al Partido Popular.
Sin embargo, la opinión de los círculos políticos y económicos, especialmente madrileños, tanto de izquierdas como de derechas, es la de que Zapatero no da la talla. Le acusan de no saber mantener unido a su Gobierno, de que la política económica es una jaula de grillos, de que ha cedido tanto ante los nacionalistas que ahora no es posible dar marcha atrás sin encrespar el país, e incluso de que no ha sabido vender el futuro Tratado Constitucional europeo. Por último, en la agenda menor, Zapatero ha unido a su fama de incapaz la de perezoso.
Mientras, Bono, continúa con su peculiar campaña de imagen. Todo ello alrededor del patriotismo español, donde el político manchego ha encontrado una mina de oro. El domingo 16 escribía un artículo en El País, el lunes 17 entrevista en El Mundo, siempre en posturas mucho más patriotas y cada vez más alejadas de la ambigüedad de su jefe de filas. Sus comparecencias en el Congreso de los Diputados convierten a la oposición popular en un bloque casi nacionalista, mientras no se pierde una sola ceremonia popular, sea para despedir al buque Galicia en ayuda humanitaria (se dice de Bono que pretende convertir las Fuerzas Armadas en una gran ONG) sea para conmemorar al santo patrón de alguna institución militar.
Pero lo más curioso de toda la estrategia Bono son sus apoyos. El ministro de Defensa considera que Zapatero es un personaje muy sectario. Él es más interdisciplinar. Los interdisciplinarios es el nombre del grupo formado por el director del diario El Mundo (el mayor bonista), Pedro J. Ramírez, el portavoz parlamentario del Partido Popular, Eduardo Zaplana, y el propio Bono, que se ven con frecuencia. Su entendimiento es perfecto, y su estrategia muy similar: la de competir por el patriotismo español, un asunto que cada vez atrae más votos.
No importa que El Mundo sea el órgano de prensa empeñado en colocar a ETA detrás del atentado del 11-M, es decir, la tesis del Partido Popular. Bono no tiene ningún problema en admitir esas alusiones, con tal de convertirse en el socialista capaz de atraer a todos los que votan contra los nacionalistas y, al mismo tiempo, mantener los votos socialistas de siempre. Es más, Bono siempre ha dicho, y quizás no le falte razón, que el acercamiento a los nacionalistas vascos y catalanes puede provocar que todos los votantes del Partido en Andalucía, Extremadura o Castilla se vuelvan hacia el Partido Popular.
Para Bono, el atentado de ETA del pasado martes 18 resulta tremendamente positivo. Se trata de un atentado sin víctimas mortales, pero que revela algo que Zapatero había olvidado : el atentado fue a la vieja usanza, es decir, secuestro de un automóvil, utilización del vehículo como cebo, aviso a un diario afín con algunas pistas falsas, lo que puede provocar una masacre pero siempre se podría argumentar que ETA avisa cuando pone una bomba, etc. En definitiva, ETA ha querido demostrar que esta ahí, que puede matar y que, por tanto, hay que negociar con ella. Bono no tiene ningún empacho en recordar que Zapatero es una persona capaz de ceder ante las proclamas nacionalistas, mientras que, frente a una ETA renacida, sólo cabe hacerle frente.
Por otro lado, Bono también discrepa de la alianza de civilizaciones, que Rodríguez Zapatero y su canciller, Miguel Ángel Moratinos, han convertido en el eje de su política exterior. El responsable de Defensa considera que se está cediendo demasiado ante Marruecos y que el Rey no debió pronunciar nunca los discursos que el Gobierno socialista le preparó para su viaje al país vecino. Piensa Bono que ceder ante Rabat no conduce a nada. Y sabe que eso mismo opinan muchos españoles, tanto votantes del PSOE como del Partido Popular. Por último, Bono está ganando apoyos en el propio PSOE, especialmente entre la parte del aparato que considera que no se puede ceder tanto ante el presidente de la Generalitat Pascual Maragall, y que se hace necesario reconducir al PSOE en el País Vasco, para acabar con la línea errática de Patxi López.
Eso sí, para forzar la situación y lograr sustituir a Zapatero se necesita, o bien una crisis institucional provocada por el nacionalismo, o bien una reforma constitucional que forzara la convocatoria electoral. Por de pronto, Zapatero tiene un pánico inmediato : una abstención elevada en el referéndum sobre el Tratado Constitucional del próximo 20 de febrero.
En cualquier caso, José Bono se postula y, apenas ocho mese después de acceder al poder y diez desde las elecciones del 14-M, como el sucesor de Zapatero. La verdad es que se está trabajando el cargo.