No le han dado ni la oportunidad de comportarse con dignidad. Kenneth Bigley, el ingeniero británico secuestrado por un grupo de salvajes islámicos, aparece sentado ante las cámaras, metido en una jaula, en posición simiesca, insultando a Tony Blair, un personaje que, sin duda, merece más de un insulto, también por su actitud en Iraq, pero no en estas circunstancias.

Naturalmente, se trataba de una grabación. Si el pobre Kenneth no hubiera dicho lo que los secuestradores querían que dijera, la grabación no se habría pasado a la televisión Al Yazira, siempre preocupada por la lamentable censura que el Gobierno norteamericano pretende contra la libertad de expresión árabe. Porque esa es otra: la televisión pudo contar el vídeo, pero no, tenía que exhibir al secuestrado, contrito y humillado. Así, si deciden liberarle, probablemente pase el resto de su vida escondido en el zulo de su propia casa, como les ha ocurrido a otros tantos secuestrados, verdaderos muertos en vida. Mal han hecho las televisiones occidentales (por ejemplo, las españolas) en reproducir las imágenes. Insisto: tenían que haber contado las imágenes, no reproducirlas.

El secuestro se ha convertido en la mejor arma de la guerrilla iberoamericana y del terrorismo árabe. Los primeros, por ejemplo en Colombia, hace tiempo que se olvidaron de su credo revolucionario y ahora se dedican al secuestro como un negocio. Los segundos, simplemente han encontrado en el secuestro la mejor forma de guerra contra Occidente. Sobre todo porque, frente al secuestro, simplemente no se puede ceder.

Lo que le ha hecho el grupo terrorista de Al-Zarqaui es cualitativamente más grave que las humillaciones de un grupo de miserables soldados norteamericanos en la famosa cárcel de Abu Ghraib. Entre otras razones por algo muy simple: los soldados gringos serán juzgados en su propio país, mientras que los terroristas están protegidos por regímenes que apoyan sus actividades de forma más o menos explícita. Y por algo más: en Occidente los culpables se avergüenzan de ello; en determinados caldos de cultivo islámico simplemente se enorgullecen.

Ese es el Iraq que se trata de democratizar. George Bush no ha podido hacerlo peor en Iraq, una guerra injusta que nunca debió comenzar. Ahora bien, hay que ser muy idiota como para homologar a George Bush y a Al-Zarquai. Pero, ojo, que la idiocia cunde. Especialmente en un Occidente tan amante de castigarse a sí mismo.

Eulogio López