Tan sólo tres días después de que los franceses hicieran oír su negativa al proyecto de Constitución Europea, los holandeses también lo han rechazado mayoritariamente. Los catastrofistas del sí continúan pronosticando el caos en la UE. Sin embargo, no es cierto. Pensemos que la Convención no se hubiera constituido. ¿Dónde estaríamos? Sencillamente, donde estamos: amparados y regulados por el Tratado de Niza. Pero algunos políticos y funcionarios europeos pisaron el acelerador a sabiendas de que a la ciudadanía sólo nos quedaría aferrarnos a un voto manipulable para no dar tumbos en el vehículo comunitario. Sin embargo, erraron en sus cálculos.
El referéndum francés y el holandés han puesto de manifiesto que la información en poder del pueblo es peligrosa para el sistema, porque esas sociedades tuvieron más información y más debates sobre los pros y los contras de esta Constitución que los españoles. Y los holandeses ayer y los franceses el domingo pasado certificaron su capacidad para zafarse de las manipulaciones de los poderes públicos y de quienes dicen ser los representantes populares. Aunque no nos engañemos: no todo el no holandés y francés defiende valores y principios básicos; también defiende las cuotas de poder y beneficios nacionales. Todo legítimo, la verdad, y hasta loable. Lo contrario que los españoles, que optamos por ceder a cambio de nada. Otros socios se pronunciarán pronto : Luxemburgo, Polonia, Dinamarca, Irlanda, Portugal. El Reino Unido decidirá qué hacer según la evolución de la situación, aunque su población es manifiestamente contraria a esta Constitución. En el fondo, parece que no podremos esperar mucho de los Parlamentos que deberán ratificar el texto, y que deberá ser el pueblo quien se exprese directamente en las urnas. Sólo cuatro rechazos más, y en Bruselas deberán escribir otro texto. Esperemos esos cuatro rechazos más con el gran grito silencioso del voto democrático, diciendo que es posible otra Europa. La que queremos la mayoría de los europeos.