Faltaba Alemania, pero Angela Merkel ha tenido que ceder: sus aliados socialdemócratas le han impuesto el salario mínimo interprofesional, y lo han fijado en casi 1.400 euros mensuales. España seguimos en los 752 euros mensuales brutos, por doce pagas.
Es igual, de inmediato la derecha económica y los sesudos economistas cabezas de huevo, muy preocupados por las finanzas públicas y tan poco por las familias, han decidido que el SMI es un gran error y provoca aumento de paro.
Menos coñas. El SMI es la garantía de que un trabajo implique un salario, que permite vivir con más o menos estrechez, pero vivir. Al final, los que no quieren salario mínimo pertenecen a la escuela de quien se preocupa por la economía pero no por las economías.
Es cierto que el salario mínimo tira hacia arriba del conjunto de salarios, pero en su banda baja. Y es cierto que lo que en España provoca un paro tan grande no es el salario que cobra el trabajador, sino los impuestos laborales que por ese salario pagan los empresarios... y el trabajador. Es el Estado servil quien reclama moderación salarial pero no es nada moderado a la hora de exigir impuestos laborales a las empresas y particulares.
El salario mínimo no es sólo garantía de no explotación; es además la fórmula para introducir un librecambio justo. Hoy, en el mundo, hay países como China o India convertidas en grandes potencias pero cuyos habitantes siguen sumidos en la miseria. Compiten con ventaja frente a Occidente... no porque trabajen más ni mejor, sino porque explotan a los suyos.
El SMI es una necesidad y, además, debe tender a homologarse en todos los países que compiten en un mercado abierto. En concreto, en España, nuestro SMI es de vergüenza.
Eulogio López