Sr. Director:
Con el respeto inherente a la admiración cotidiana por la línea de Hispanidad, deseo aportar un comentario a las afirmaciones demasiado tajantes (en "Más vale perder los bienes que perder el bien") acerca de que "nunca jamás, en toda la historia se ha evangelizado desde arriba".
El evangelio puede llegar por muchos caminos por obra del Espíritu Santo, y tampoco le está vedado el de arriba. De hecho en la historia los casos son numerosos. Sin salir de España, la conversión de Recaredo supuso la de los godos; cierto que los hispanorromanos eran católicos, pero los visigodos se convirtieron desde arriba, como los francos con Clodoveo.
Y en reinos sin división de dominados y dominantes, sin previos cristianos "abajo", como los magiares de San Esteban o los rusos de San Wladimiro también fue así. Por lo tanto, no es sólo el caso de que el poder acatólico pueda terminar desconvirtiendo a la mayoría de abajo, evangelizada pero indefensa (pensemos de nuevo en la mayoría mozárabe del califato que terminó desapareciendo), sino que como dice el Concilio Vaticano II el estado no debe interferir sino favorecer la vida religiosa de los ciudadanos (DH 3).
En la historia el gran avance del evangelio en un pueblo suele acompañarse de la conversión cristiana de sus leyes y autoridades.
No hay ningún régimen político que pueda agotar la riqueza del evangelio. Como tampoco hay muchos cristianos, si puede haberlos, que lo hagan a escala personal. Pero, igual que hay partidos políticos que satisfacen los mínimos católicos, como muy bien recordó Hispanidad durante la pasada campaña electoral, así también podría haber (como los hubo) sistemas políticos que satisficieran esos mínimos. Si esos partidos llegaran un día a gobernar, con sus luces y sombras, seguro que irían modificando en ese sentido las leyes y la Constitución, puesto que sabemos que las leyes (caso del aborto) tienen un valor ejemplar además de penal.
Ciertamente nos queda muchísimo camino por delante, pero no debemos abrigar en ningún momento la idea de que el objetivo es malo, imposible o irrelevante: un pueblo de cristianos que sostienen leyes cristianas que a su vez los amparan y favorecen.
Luis María Sandoval
lumsp@telefonica.net