El financismo en que vivimos significa algo muy simple: que la economía real trabaja para los mercados financieros, es decir, que pobres y ricos, vía impuestos, trabajamos para los ricos, entendiendo por ricos a aquellos que, una vez cubiertas sus necesidades primarias, aún tienen dinero para invertir en deuda pública y en bolsa.
Y lo peor es que de nada sirve explicar que la deuda pública española, en media sobre PIB, es inferior a la de países a los que los mercaderes no atacan, como Reino Unido, Bélgica, Italia o la misma Alemania. El problema de la economía española no es ni el déficit ni la deuda pública, sino el nulo crecimiento del PIB y un paro que amenaza con llegar a la manita, a los cinco millones de desempleados y más que duplica a los países de nuestro entorno.
El caso es que la Semana Santa empezaba de la peor manera posible para España. El Tesoro no lograba colocar sus letras a 18 meses sino al 3,5% frente al 2,5% de la subasta anterior (tipos marginales, el último antes de cortar), mientras, a un año, el ascenso pasaba del 2,2 al 2,9%. Al final, los tipos a diez años (subasta de obligaciones el viernes) se esperan por encima del 6% lo que nos aproxima al fatídico 8% en el que ya se empieza a hablar de rescate inminente.
En definitiva, los especuladores atacan a España siguiendo la doctrina del primer ministro griego, Georges Papandreu: "Profecías autocumplidas hasta llevar a la quiebra a un Estado".
De inmediato, en el Ministerio de Economía han vuelto a pensar en nuevos ajustes, antes de que se lo pida Bruselas o, directamente, la Alemania de Merkel. En cualquier caso, no ha pasado ni un mes desde que Zapatero asegurara que no eran necesarios nuevos ajustes. Pero la verdad es que a ZP nadie le toma en serio, ni en España ni en Europa.
Ahora bien, nuevos ajustes para saciar la voracidad de los especuladores, para que nos perdonen nuestros secuestradores, sólo significa ralentizar aún más el crecimiento del PIB y la creación de empleo. Y si finalmente llega el rescate, supondrá lo que ha supuesto en Grecia e Irlanda, más pobreza y, encima, entrar en un círculo vicioso de nuevos fondos que nunca sacian a los mercados. Un verdadero síndrome de Estocolmo.
Tras la subasta de hoy se percibe la inoportunidad de las palabras de José María Aznar que, aunque muy exageradas por el Gobierno Zapatero, lo cierto es que pusieron en solfa la capacidad del Tesoro español para abonar sus elevados intereses a los bonistas. Lo único que nos faltaba es que un ex presidente del Gobierno contribuyera al desprestigio de España y a los intereses de los especuladores.
Y también se deja ver que la reforma de cajas de ahorros, totalmente innecesaria -la mora de las cajas es inferior a la de los bancos- ha contribuido a ese desprestigio de nuestra deuda. Somos así de geniales.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com