Lo he escuchado en un medio informativo muy cristiano, a personas creyentes, aunque, eso sí, muy liberales (todos somos liberales). Tras conocerse la pavorosa cifra de abortos en España durante 2004 (85.000 asesinatos de inocentes) mentes puras han encontrado la razón: Es el totalitarismo el que lleva al aborto. ¿la prueba? La eugenesia nazi, los abortos continuados y cuasi obligatorios en la antigua URSS leninista y la nueva China capitalista, etc. El aborto, pues, sería una derivada de los sistemas totalitarios, sean nazis o comunistas.
Ahora bien, el aborto no es una consecuencia de la tiranía. Es justamente al revés: es el totalitarismo quien supone una derivada del aborto y de la falta de respeto a la vida, a su vez una lógica consecuencia de la falta de esperanza que provoca expulsar a Dios de la vida pública. Es cierto que China y Rusia fueron los países más aborteros del mundo y que ambos eran tiranías socialistas. La eugenesia tampoco comenzó con el nazismo, dado que el huevo de la serpiente ya estaba incubado en la democrática Inglaterra, en los años veinte del pasado siglo, una década antes del III Reich.
Por las mismas, el mayor genocidio del mundo moderno, el aborto, también es propio de las democracias occidentales. Por ejemplo, España. Ha sido la democracia española, no la dictadura franquista, quien nos ha traído el aborto. Implantado por Felipe González en 1985, y sancionado por SM el Rey de España, Juan Carlos I, José María Aznar no hizo otra cosa que implementarlo, hasta los límites que ahora tenemos: 85.000 abortos en un solo año, en un solo país de poco más de 40 millones de habitantes.
Ojo, y a esa cifra habría que añadir las pléyades de atentados contra la vida más indefensa, la del no nacido, que se han propalado a partir del aborto. Y no sólo porque, aunque muchos y muchas no lo sepan, todos los anticonceptivos que están ahora mismo en el mercado puedan resultar abortivos al igual que la píldora del día después- sino por la manipulación genética de embriones, por supuesto por motivos terapéuticas.
No, no son siempre los malos quienes promueven el aborto, entre otras cosas porque un sistema democrático promueve un mayor grado libertad, y esto es bueno, pero no significa que esa libertad se elija para el bien.
La era abortista no nació por el imperio de los totalitarismos, sino por el imperio del relativismo, tanto en sistemas dictatoriales como en sistemas democráticos. Que no, que no hay dos tipos de personas según su querencia democrática o autoritaria. Lo que hay son unos señores que creen en algo y otros, no ya que no crean en nada, sino que afirman con rotundidad que nadie puede creer en nada y que ninguna convicción puede ser aceptada, y mucho menos con vocación de permanencia. Y quien lo hace, piensan éstos últimos, no es demócrata. No es baladí que para muchos demócratas, cualquier convicción sea una imposición, y no es casual que el relativismo, la melancolía que genera, hayan crecido de igual modo en dictaduras que en democracias.
Como sistema, la democracia es el mejor de todos, pero no el pidamos aquello que no puede dar. Por lo demás, todo acaba en el mismo lugar, dado que el relativismo, tan asociado mal asociado- por la progresía al sistema de elecciones libres, se revuelve contra su creador y acaba devorando a la democracia.
Así que no nos engañemos: el origen del aborto y todas sus secuelas criminales no está en los totalitarismos, sino que es el origen de todo totalitarismo. A fin de cuentas, ¿qué es una dictadura, cualquier dictadura? la respuesta más sencilla es: la legalización del homicidio. A partir de él se pierde toda legitimación democrática.
Eulogio López