Además, la crisis financiera de 2007 en la que aún estamos inmersos, ha aumentado la diferencia entre pobres y ricos, así que los poderosos se les ha ocurrido una razón genial: hay que reducir la población. Una idea que ha cundido gracias a dos procedimientos de estafa colectiva: la histeria ecologista, la influencia de los lobbies feminista y homosexual -otros odiadores de la humanidad- y el aumento del precio de los alimentos provocado, precisamente, por los propios ricos que lo denuncian. Es la conjura de los ricos contra la humanidad. El Nuevo Orden Mundial se ha quitado la careta y ha decidido hablar claro: lo que quieren es reducir el número de seres humanos, pero siempre entre los pobres, que encima paren como conejas. Y la inmoralidad creciente hace el resto: los pobres, o las clases medias europeas y americanas también prefieren la comodidad de una vida sin hijos.
Empecemos por la subida del precio de los alimentos: En Davos se ha lanzado la cifra de 9.000 millones de seres humanos, que el planeta no podrá alimentar. La verdad es que el planeta puede alimentar a decenas de humanidades pero se está desertizando, mientras la humanidad se hacina en grandes urbes.
Los precios de los alimentos suben por tres razones:
1. Europa y Estados Unidos siguen manteniendo su aberrantes políticas agrarias, la PAC en el viejo continente y las Farm Act en el nuevo. Pagan por no producir y, con ello, hacen que los agricultores de los países pobres no puedan competir y se mueran de de hambre.
2. En todo el mundo, además, ha cundido la histeria ecologista. Con el invierno helado que sufrimos en el hemisferio norte -que es quien impone las ideas fuerzas en la sociedad de la información- nadie se atreve a hablar de calentamiento global, pero se siguen subvencionando energías carísimas, como la solar. Además, en cuanto llegue la primavera volverán a la carga, lo que provoca déficits públicos permanentes para subvencionar energías ineficientes.
3. Los poderosos promocionan la especulación en los mercados de materias primas y aún hacen algo peor: en cuanto despunta la agricultura en algún país suben los impuestos a la nueva clase agraria, verdadero sostén del planeta. La política Kirchner, en el caso argentino, es sintomática.
La solución de los ricos, expuesta en Davos con exquisita naturalidad, es muy simple: promover la anticoncepción en todo el mundo, hasta penalizar a las parejas que se deciden por la paternidad.
La segunda parte de Davos llegó con la puesta en escena de Sarkozy, Merkel, Cameron y el secretario del Tesoro norteamericano, Timothy Geithner. La prensa habla de diferencias entre Europa y USA acerca de cómo salir de la crisis. Sí, es verdad que Obama prefiere una política expansiva -entre otras cosas creando artificialmente liquidez -es decir, echando gasolina al fuego- mientras Europa ha decidido lo que Angela Merkel califica como políticas de austeridad. Pero ambas coinciden en lo mismo: proteger el ahorro de los ricos, de los que tienen satisfechas todas sus necesidades y todavía les queda dinero para invertir en bolsa, especialmente en la deuda pública, la que lanzan los poderosos a los mercados para afianzarse en el poder.
La crisis empezó en Wall Street y lo único que se les ocurrió a Bush y a Obama fue salvar a sus bancos quebrados.
En Europa, no sólo se ha ayudado a los bancos sino también a los políticos irresponsables que han lanzado deuda al mercado y ahora no pueden pagarla. Y se han subido los impuestos, es decir, que los políticos son cada vez más poderosos y el ciudadano cada vez más débil.
Es la conjura de los ricos, la plutocracia. Algunos empezamos hablar de plutocracia (gobierno de los ricos y, sobre todo, para los ricos) tiempo atrás. El diccionario de la Real Academia Española define plutocracia como la preponderancia de los ricos en el gobierno del Estado. Ahora ya habla de plutocracia hasta la prensa de Obama, el gran plutócrata. Los norteamericanos son muy simples pero por eso se les entiende tan bien, mejor que los europeos. Lean esta joya del New York Times (precisamente, uno de los bastiones del Nuevo Orden Mundial), que recoge Aceprensa. En efecto, vivimos en plutocracia, un sistema político mucho más anticristiano que el liberalismo o socialismo, que capitalismo o comunismo.
La plutocracia, reflejada en la Conjura de los ricos, y sin que casi nadie le discuta, posee en el siglo XXI dos instrumentos de actuación: los mercados financieros y los bajos salarios.
La economía real está exhausta de tanto salvar a los mercados financieros, en su chantaje permanente contra los contribuyentes.
En paralelo, se nos hace adorar a los países emergentes, China, India, México, Brasil, y se nos dice que ahí está el futuro. El modelo más alabado es China. Se nos dice que su economía crece al 10% y todos aplaudimos entusiasmados. Ahora bien, China y sus amigos emergentes representan un modelo económico basado en la injusticia social de los salarios bajos. Un trabajador chino sigue cobrando 100 dólares al mes y millones de chinos huyen al denostado Occidente, acogiéndose a las mafias de la inmigración.
Es el primer mandamiento de la plutocracia que impone esta conjura de los poderosos: la economía china marcha bien, la economía de los chinos marcha fatal. La paradoja es posible, y desgraciada. Pero no les podemos culpar. China, India, Rusia, Brasil, etc., han aprendido de Occidente que las ganancias de productividad se hacen acota de los bajos salarios de los trabajadores, con lo que aumenta la competividad. Muy cierto, aumenta la competitividad de una economía a costa de la penuria de sus ciudadanos. La competitividad no más que un cociente que relaciona productividad y coste. Si el divisor es ínfimo seguro que el cociente es elevado. Y no olvidemos que toda la doctrina social de la Iglesia católica, el enemigo de la plutocracia y del NOM, se basa en el salario digno. No es que el trabajador español produzca menos que el chino: es que cobra más. Y eso que el trabajador español cobra menos que el europeo.
Por tanto, ¿cuál es la alternativa a la plutocracia y, por tanto, la salida de la actual crisis? Pues podemos resumirla en tres puntos, que no dejan de ser tres principios cristianos, es decir, morales:
1. Dejar quebrar a los bancos privados y a la deuda de pública de los países quebrados. Cuando los mercados, banqueros y gobernantes sepan que no habrá rescates es decir, que las deudas producidas por su especulación, su apalancamiento y, en resumen, su codicia, no serán abonadas por todos los ciudadanos, la crisis financiera, y con ella la crisis de la economía real, terminará.
2. Subir los salarios y homologar gradualmente el salario mínimo en todo el planeta, que por algo estamos en una economía globalizada. No se puede permitir que el gobierno chino sea tan poderoso a costa de la miseria de los chinos.
3. Incentivar la natalidad. La causa de la bomba demográfica, y la crisis del Estado del Bienestar, no consiste en que haya mucha gente sino en que haya pocos jóvenes. Una sociedad sin hijos es una sociedad sin vitalidad, una sociedad mortecina. Naturalmente, no les podemos pedir a los jóvenes que formen una familia, y una familia numerosa, que es lo que necesita la economía y la sociedad, al menos en Occidente, con salarios bajos, impuestos altos y vivienda cara. Una de las medias más lógicas sería el salario maternal, al que tendría todo derecho toda pareja que tengan hijos. Sin hijos, no hay futuro.
Reparen en que la conjura de los ricos pretende exactamente lo contrario a estos tres principios.
Oiga y bien está que los ricos se conjuren, pero, al menos, no nos creamos sus consejas. No hay peor esclavitud que la del esclavo colaborador.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com