Otra gloria del zapaterismo: eliminar el mejor instrumento financiero con el que ha contado la economía española: las cajas de ahorros, obra de la Iglesia. Muchos se van a forrar con la conversión de las cajas en bancos, Caixa Pollensa o el Círculo Católico de Burgos demuestran que lo pequeño sigue siendo hermoso
La Caixa se come a Caixa Girona (pudorosamente, se habla de fusión), Cajamadrid se queda con los retales de Laietana, la Insular de Canarias y Ávila, Cajastur capitanea a la CAM mucho más grande que ella- a Caja Cantabria y a Caja Extremadura. Caixa Catalunya absorbe a Caixa Tarragona y Caixa Manresa. Se unirán Caixa Galicia y Caixanova. Cajamurcia parece liderar a Caja Granada, Caja Badajoz, Sa Nostra y Menedes. Cajanavarra se hizo con Caja Canarias y Caja Burgos. Unicaja ya ha conseguido Caja Jaén y probablemente se haga con Cajasur, robada a los curas. Cajasol está a punto de hacerlo con Caja Guadalajara mientras Sabadell, Tarrasa y Manlleu ultiman la unión de la Cataluña interior. Quedan sin novio las tres vascas llamada a matrimoniar entre ellas (es sabido que el matrimonio es una carga tan pesada que hay que llevar entre tres), Bancaja, Ibercaja, más tres entidades que merecen el premio Numancia a la resistencia: Círculo Católico de Burgos, Caixa Ontinyent y Caixa Pollensa.
El Círculo Católico, una creación del sindicalismo católico, y no tiene el menor interés en fusionarse con nadie: tendrán que obligarle. Algo parecido pasa en Caixa Pollensa, que con sus 344 millones de euros de activo hace mangas y capirotes de los tópicos habituales sobre la necesaria masa crítica de las entidades como condición imprescindible para sobrevivir. Una teoría defendida por los grandes naturalmente. Cambiando bancos por tiendas, Chesterton lo explicaba así hace 100 años: Sé que mucha gente alberga la inocente ilusión de que las grandes tiendas son más eficaces que las pequeñas pero esto es sólo porque las grandes sociedades tienen el monopolio de la publicidad además del monopolio del comercio. Los grandes almacenes no destacan en absoluto por su eficacia; es sólo que son demasiado grandes como para que se les reproche su ineficacia.
El siguiente paso de esta burrada española consiste en convertir a las cajas en sociedades anónimas, en bancos y, al mismo tiempo, desgajarlas de su ámbito de cobertura, de lo próximo que, al igual que los pequeños, es hermoso. Por eso se mezcla una caja navarra con una canaria, una madrileña con otra catalana, a los murcianos con extremeños y a los castellanos con los riojanos.
Desligadas de su territorio, ya podemos convertir a las cajas de ahorros en bancos, en sociedades anónimas. La fórmula elegida tiene, como suele ocurrir en todo artificio interesando, el nombre más cursi del mundo: Sistema Institucional de Protección (SIP). No tengo claro de quien tienen que protegerse pero sí que se trata de un sistema institucional, llamado político en otras ocasiones menos solemnes y más sinceras.
El auto de Lo pequeño es hermoso del economista Schumacher que, en alemán, su idioma nativo, significa Zapatero. Y ojo, porque no es que los bancos grandes sean más eficaces que los pequeños. Lo que ocurre es que la normativa contable se hace para beneficiar a los grandes. Lo grande, volvamos a Chesterton, no es más eficiente, lo que pasa es juega con ventaja.
Y el último paso, el más peligroso para la economía española, consiste en prohibir a esos nuevos bancos que inviertan en industria. Es lo más grave porque las cajas han constituido y constituyen el soporte de las empresas estratégicas españolas: Iberdrola, Gas Natural, Repsol, Telefónica, Indra, etc. Esto aboca a España a la colonización industrial. Ciertamente, lo pequeño es hermoso, pero en la Unión Europea se está reduciendo un proceso de unificación en sectores claves, especialmente de infraestructuras. Para ser más exactos, en banca que ojalá no se produjera- en energía y en telecomunicaciones.
Y no se trata de patriotismo económico, sino de que las decisiones de inversión en estas grandes empresas se toman allí donde se reúne el consejo de administración. Y, también, por una cuestión de igualdad de oportunidades, dado que en ese proceso de reconversión empresarial, franceses e italianos juegan con empresas públicas (por eso Endesa es ahora propiedad del Gobierno italiano), alemanes con empresas semipúblicas y los portugueses con acciones de oro. Nosotros, jugábamos con cajas de ahorros hasta ahora.
En definitiva, la conversión de 45 cajas en una docena, apoyada tanto por el Banco de España como por el Gobierno socialista y la oposición popular, constituye la mayor imbecilidad empresarial de los tiempos modernos, una sarta de mentiras que va a hacer que muchos gestores de cajas de ahorros se forren a través de prejubilaciones y de opciones sobre las futuras acciones, y que las empresas europeas colonicen España. Y ya sabemos lo que eso significa: más paro.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com