Parece que el reciente y polémico romance de un obispo argentino quiere fortalecer la postura del celibato sacerdotal opcional, por considerarse un ideal imposible.
Los que optan por el sacerdocio católico, don y tarea, conocen que se atan para siempre a un Dios que es el amor de sus vidas y que les exige tutelar bien su castidad en cuerpo, mente y espíritu. La vocación demanda sacrificio y obediencia, y evitar las amistades íntimas con el sexo opuesto.
Si una minoría de sacerdotes u obispos (los que salen en los medios de comunicación) han contradicho este ideal buscando sucedáneos de ese Jesús que sí se da por completo al que le ama totalmente hasta la renuncia de otro amor humano, es por haber descuidado su piedad, fuente de fortaleza para su misión de servicio.
El hombre no necesita unirse a una mujer para "completarse", y no porque tantos se apunten al divorcio. El consagrado/a es la persona que mejor se completa pues su unión tiene lugar en exclusiva con Dios, el Ser perfecto que se despliega en tres personas para mostrarse tierno, amante y también muy exigente, pero que nunca pide imposibles.
Eva Catalán