Sr. Director:
En estas fiestas el ambiente navideño llena las calles de nuestros pueblos y ciudades, como tantos lugares del mundo que tienen raíces de civilización cristiana.

Desde el monumental Belén con grandes figuras en un entorno de ambiente natural, y un mercadillo típico con casetas de madera y tejaditos "nevados", en la plaza del Pilar de Zaragoza, hasta un abeto noruego más alto que una casa de siete pisos, con tropecientas mil lámparas LED, que han puesto en el Rockefeller Center de Nueva York…

Así, en muchos lugares del mundo ponen instalaciones similares, y familiares y amigos se reúnen para celebrar la Navidad, y se intercambian regalos envueltos en deseos de felicidad.

Pero estos nobles deseos de paz y de alegría no son compartidos por todo el mundo: durante el año 2014 han continuado las noticias de países donde no respetan la libertad religiosa, y permiten que hombres fanáticos persigan con saña y maten a personas porque no comparten su fanatismo.

Recientemente en Estambul, el Papa Francisco junto con el patriarca ortodoxo Bartolomé I, pidieron que la comunidad internacional dé "una respuesta apropiada a los ataques contra cristianos y otras minorías en países de todo Oriente Medio". Es urgente que gobiernos democráticos y organismos internacionales, como la ONU, coordinen sus esfuerzos para conseguir el respeto de los Derechos Humanos, deteniendo la actividad de esas manos genocidas. Así será posible que los cristianos y gentes de buena voluntad de esos países puedan seguir vivos y celebrar la Nochebuena en paz.

Es evidente que en el mundo hay países donde sus problemas van más allá que decidir con qué cava hacen el brindis.

José Murillo