No es Benedicto XVI un enemigo de la globalización pero sí destaca la uniformidad que el proceso de supresión de fronteras ha creado.

Uniformidad en las marcas comerciales que contemplamos en cualquier aeropuerto del mundo, ciertamente, pero también en una especie de sincretismo intelectual y en una atracción fatal hacia un único Gobierno mundial (57-58): Para no abrir la puerta a un peligroso poder mundial de tipo monocrático, el Gobierno de la globalización debe ser del tipo subsidiario articulado en múltiples niveles y planos diversos, que colaboren recíprocamente. La globalización necesita ciertamente una autoridad en cuanto plantea el problema de la consecución de un bien común global; sin embargo, dicha autoridad deberá estar organizada de modo subsidiario y con división de poderes... El principio de subsidiariedad debe permanecer íntimamente unido al de solidaridad.

Subsidiariedad significa que lo que pueda hacerlo lo cercano no debe hacerlo lo lejano: el ayuntamiento antes que la región, la región antes que el país, el país antes que la unidad supranacional... El problema de Europa es, por cierto, que todos los europeístas pretenden imponer una Europa desde arriba, totalmente ajena al ciudadano, y a eso le llaman democracia.

Palo a la Política Agraria Común (PAC) europea y a las Farm Acts norteamericanas (59): La ayuda principal que necesitan los países en vías de desarrollo es permitir y favorecer, cada vez más, el ingreso de sus productos en los mercados internacionales. No cabe duda que las subvenciones agrícolas en Europa y Estados Unidos han creado una bolsa de pobreza máxima en el Tercer Mundo además de reducir, en gesto suicida, la superficie cultivable.

O, como decía el presidente de la patronal ASAJA, Pedro Barato: el cambio de la última década ha consistido en lo siguiente: de  mi granja hace diez años salían el doble de camiones que ahora, sin embargo, gano lo miso que entonces. Pues eso.

Eulogio López

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