La Consejería de Salud ha editado unas guías de sexualidad dirigida a escolares entre 12 y 18 años cuyo contenido, a tenor de los expertos, no está sustentado por ningún estudio serio, por lo que se están haciendo intervenciones de salud preventiva con carácter completamente experimental sobre los menores.
Esta in-educación sexual no es solución para nada pero sí será parte de un problema porque la mayor parte de su contenido no es científico, ni médico, sino ideológico. Se les repite que las decisiones personales se basan en los sentimientos propios, no en lo racional o razonable y se burlan del sentido del honor y de la dignidad personal.
Para este adoctrinamiento nada mejor que sacarse otra ley de la manga, porque el progre, que se auto-erige en adalid de la liberación de las normas en realidad es todo lo contrario ya que exige que la ley apoye todas sus opciones morales o inmorales y, además que sean asumidas por todos y de obligado cumplimiento y con la entrada en vigor de la nueva Ley de Salud Sexual y Reproductiva y de la Interrupción Voluntaria del Embarazo, las clases sobre sexo pasarán a ser una materia obligatoria en todos los niveles escolares.
Me avergüenza reconocer que Andalucía, con la peor sanidad de España, sólo piensa en que los niños se masturben. Hasta qué punto el dinero público de todos, en manos de ejecutivos autonómicos irresponsables, se utiliza para sembrar la desorientación educativa, que es la principal y primera desorientación. No señores, ese no es el camino.
¿Por qué no es eficaz la educación sexual en las escuelas y la distribución de anticonceptivos para luchar contra el aborto y el SIDA? Sencillamente, porque ese tipo de información trata la sexualidad humana desde un punto de vista biológico, desligada del amor, y con un enfoque hedonista.
Los jóvenes reciben mucha información sobre sexualidad pero también poseen cierto analfabetismo afectivo porque se les insiste demasiado en los aspectos biológicos de la sexualidad sin ayudarlos a desarrollarse como personas capaces de amar. Una educación sexual sin valores es una llamada a la experimentación sexual. Y la experimentación sexual, con o sin preservativos, está llena de riesgos.
Lo que tienen que hacer los políticos para orientar la salud sexual es, aparte de garantizar a los padres que puedan formar a sus hijos según sus valores y que todo el sistema educativo respete la diversidad de convicciones, apoyarlos para que se impliquen más en la educación de sus hijos y no se desentiendan y lo dejen en manos de la escuela.
Viky Blasco López