El ministro de Defensa, José Antonio Alonso, tiene claro que no quiere imanes en el Servicio de Asistencia Religiosa. Al menos eso es lo que manifestó hace unos días a Hispanidad.com. Habría que ver su preparación y los contenidos de su doctrina antes. Y es que la cosa islámica no está para bromas. Un tercio de las tropas españolas en las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla es de origen islámico. Cuando llega el Ramadán desaparecen. Sin embargo, los cristianos no pueden desaparecer en Navidades. ¿Cómo les vamos a dejar a estos los cuarteles?, señala a este diario un oficial del Ejército.
La cosa ha saltado después de que se conociera que miembros del Ejército español han quemado la imagen del Rey en medio de insultos y han colgado el video en internet. Graciosillos. Sólo que incurren en delito de injurias al Rey y a la Corona. En Chile, el nieto de Pinochet ha causado baja inmediata por justificar el golpe de su abuelo. En España todavía estamos llevándonos las manos a la cabeza mientras los autores, cobardones, han descolgado el video de la red.
Lo del Rey no deja de ser una anécdota. Lo que está claro es que ante una amenaza islamista, las fuerzas españolas en Ceuta no garantizan la seguridad. Y la amenaza no es una entelequia. Los observadores apuntan al recrudecimiento del islamismo radical al abrigo de las mezquitas financiadas por la salafista Arabia Saudí. No hay ninguna duda de que en caso de un ataque marroquí a las ciudades autónomas, muchos cambiarían de bando. SE alistaron al Ejército español por la pasta. Punto.
En este entorno, lo que no se entiende es cómo no se han tomado las medidas de depuración oportunas. Entre otras, una muy sencilla: ¿por qué no repartir a las tropas musulmanas por la Península para diluir el riesgo? Es fácil, los militares están acostumbrados a la movilidad geográfica y los que no deseen ser movilizados porque prefieren permanecer en Ceuta o Melilla, están mucho mejor fuera de filas.