Corría el año 1980. Juan Pablo II (en la imagen) sólo contaba dos años como pontífice y le preguntaron, en Alemania, el motivo por que el que Juan XXIII no quiso revelar, en 1960, el tercer secreto de Fátima. 

La respuesta, del Papa polaco, muy similar a la que en 2000 repitiera el entonces cardenal Ratzinger, fue la siguiente: Juan XXII decidió no publicarlo, aseguró Wojtyla "debido a su impactante contenido y para evitar que el poderío mundial del comunismo interfiriera en los asuntos de la Iglesia. Mis predecesores proporcionaron información confidencial de manera diplomática".

Una razón de prudencia política. Pero tratándose de Juan Pablo II, siempre políticamente imprudente y con una gran confianza en Dios, la política tenía que ser una subordinada. El hombre que tumbó al comunismo, la mayor tiranía de la historia moderna, se reía de la política. Continuó: "Debe bastar a un cristiano saber lo siguiente: cuando ustedes leen que los océanos inundarán continentes, que millones de hombres morirán repentinamente, en pocos minutos, etc., si esto es conocido, en realidad no es necesario demandar la publicación de este secreto". Esto es, el tomista Papa Wojtyla no negaba el carácter apocalíptico de los tiempos que vivimos, lo que negaba era el morbo. Por eso, proseguía "muchos quieren saber, por curiosidad y gusto por el sensacionalismo pero olvidan que el saberlo comporta también una responsabilidad. Se busca solamente satisfacer la propia curiosidad y esto es peligroso si se está convencido de que nada se puede hacer contra el mal".

Tras esta advertencia contra el morbo y el fatalismo, el padre intelectual de la esperanza cristiana actual, San Juan Pablo II, enarboló el rosario y exclamó: "Aquí está el remedio. Oren, oren y no hagan más preguntas. Encomienden el resto a Nuestra señora".

Sí Wojtyla creía que vivíamos una etapa histórica especial, de fin de ciclo. Una etapa que podía ser muy dura, pero sabía distinguir el morbo de la realidad y lo importante de lo menudo.

Hoy, martes 7 de octubre, es la festividad el Santo Rosario, el 'arma' como decía el Padre Pío. Buen día para empezar con esta práctica de piedad, clave en el siglo XXI.

¡Ah!, y también es el aniversario de la batalla de Lepanto, donde Juan de Austria detuvo al Islam junto al Golfo de Corinto. Era otro devoto de María. Ocurrió cuando los españoles teníamos un ideal por el que merecía la pena luchar.

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