“Mamá, ¿Por qué estás tan triste”. Esa es la pregunta que el pequeño Guillermo le hace a su madre, Diana de Gales, en el acercamiento hagiográfico que sobre su figura ha realizado el chileno Pablo Larraín, cuando se cumplen 25 años de su divorcio de Carlos de Inglaterra.

La acción transcurre durante unas vacaciones navideñas de Diana con la Familia Real en el castillo de Sandringham, en el condado de Norfolk, donde la entonces princesa ya se encontraba, como la define su hijo Guillermo, muy triste.  En ese fin de semana insufrible para Diana apreciamos su soledad dentro de un ambiente que ella consideraba hostil, su comportamiento errático, las discusiones con su esposo, sus autolesiones y la bulimia que padecía. Con lo único que disfrutaba era con sus hijos. Lo dice claramente en un momento dado, “No hay esperanza para mí, no con ellos (con su familia política)”.

La actriz Kristin Steward encarna meritoriamente, pero quizás demasiado imitativa, los gestos, actitudes de esta mujer frágil que, sin duda, sufrió por el adulterio de su esposo, pero a la que en esta película se muestra como una auténtica heroína en esa  especie de “parada de monstruos” como se retrata a la familia real británica en su conjunto y a todos los empleados de confianza que les rodeaban. Algunos verán este drama como una réplica en imágenes de la serie televisiva The Crown donde la descripción que se hace de Isabel de Inglaterra  es excelente. Precisamente ese enfoque tan exagerado resta credibilidad al relato, porque los planos que se hacen de la familia Windsor son tremendos.

Da la impresión que el director chileno Pablo Larraín se ha enamorado de “su personaje” de ahí que su enfoque no sea demasiado válido. Defiende que le atrajo la figura icónica de Diana porque le fascinó “la historia de una princesa que decidió no convertirse en reina, sino que eligió construir su propia identidad. Es un cuento de hadas al revés. Siempre me ha sorprendido mucho su decisión y pensé que debía haber sido muy difícil. Ese es el corazón de la película. Quería explorar el proceso de Diana, mientras ella oscila entre la duda y la determinación, haciendo finalmente una apuesta por la libertad, no solo para ella sino también para sus hijos”  Quizás por ello, como la propia serie The Crown, hay que tener claro, cuando se va a contemplar este film, que  la historia está inspirada en personajes reales, pero su desarrollo se basa en las intuiciones e imaginación del guionista Steven Knight. No obstante, el aspecto más polémico de la película es que, de alguna manera, insinúa que Diana murió víctima de una conspiración, porque su figura era incómoda y molesta para la continuidad para la familia real.

Para: los que todavía les interesen los trapos sucios de la familia Windsor. Lo que crean que Diana era una víctima total