Carmen Calvo es, junto al propio presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, la miembro –o miembra- más comecuras de todo el Gabinete. Hoy ha aprovechado la cachondada, popularmente compartida del nuncio saliente, Renzo Frattini, para rasgarse las vestiduras y, horas después, fíjense qué casualidad, La vicepresidenta anunciaba que, ante tamaña ofensa clerical, no tenían otro remedio que modificar la fiscalidad de la Iglesia. La verdad es que Carmen Calvo ha anunciado, al menos una vez, la subida de la fiscalidad y la modificación de la norma sobre inmatriculaciones, dos medidas combinadas para robar y, al tiempo, asfixiar económicamente a la Iglesia

En otras palabras subir el Impuesto de Bienes Inmuebles (IBI) y robarle el patrimonio a la Iglesia.

Calvo es, con el propio presidente, uno de los miembros más anticlericales del Ejecutivo 

El IBI es un arma feroz porque la Iglesia es una ‘empresa’ longeva con escasa liquidez y enorme patrimonio… que no se puede alquilar.

Curiosamente, ni las ONG ni los partidos políticos, ni los sindicatos, ni los clubes deportivos pagan IBI pero, miren por dónde, el gobierno Sánchez pretende que la Iglesia sí pague, IBI sobre un valor catastral disparado, porque las grandes iglesias y catedrales de la Iglesia están construidas en el inicio de las ciudades, hoy su parte más onerosa.

En cuanto a las inmatriculaciones, se trata de una nueva desamortización eclesiástica. Es decir, de un nuevo robo a la Iglesia. Para entendernos: ¿alguien puede dudar de que la catedral de Zaragoza -pongo un ejemplo real, en este caso con demanda de Podemos- es propiedad de la Iglesia? Pues ya hay alguien: el Gobierno.

Y lo malo es que Fratini tenía razón: la exhumación del innombrable sólo ha servido para crear guerracivilismo

 

Calvo es, con el propio presidente del Gobierno, uno de los miembros más anticlericales del Ejecutivo. Y lo malo es que el nuncio Fratini tenía razón: el intento de exhumación del innombrable sólo ha servido para crear guerracivilismo, para enfrentar a unos españoles con otros. Y sí: el empeño de desenterrar a Franco más bien ha provocado la resurrección pública de quien todos habíamos olvidado.

Pero da igual: sólo era una excusa.