Entre col y col, lechuga. El pasado miércoles, ese déspota de la salud pública, llamado Salvador Illa (menudo nombre, en el personaje que ha provocado más españoles muertos por coronavirus de toda Europa, resulta una ofensa) decidió reducir a un tercio del aforo el número de personas que pueden acudir a una Eucaristía.

Pues bien, en contra de la muy moderada reacción de los obispos españoles, lo que tenían que hacer nuestros prelados es triplicar el número de eucaristías par compensar la falta de aforo. Y hacer lo propio con el resto de sacramentos, adoraciones, rezos, etc.  

La Rioja, sociopodemita, ha reducido a 10 el número de fieles por iglesia. Pues habría que denunciarlo ante los tribunales. Y monseñor Argüello, el secretario de la Conferencia Episcopal Española (CEE) debería rebelarse y animar a la rebelión contra este atentado a la libertad de culto.

Hay que abrir más tiempo los templos y multiplicar los sacrementos y los actos de adoración

Si el Gobierno reduce a un tercio el aforo de las Iglesias… el obispo debe triplicar las eucaristías. Y de paso, protestar en voz alta.

Lo que no podemos hacer es caer en la teología del absurdo: para evitar la profanación de la Iglesias escondemos al Santísimo. Pues no: para evitar la desolación de las Iglesias hay que multiplicar los sacramentos y actos de adoración… y abrir más tiempo las iglesias, hasta convertirlas en adoración permanente. Para evitar la profanación no hay otra forma que evitarla: si es caso, por la fuerza.