Hoy se cumplen 15 años del fallecimiento de Juan Pablo II, probablemente el hombre del siglo XX.

Este cura polaco, que acabó con el totalitarismo comunista europeo, era todo un todoterreno, cuya biografía es difícil de resumir.

Intentémoslo por la vía de la Divina Misericordia, aunque se trata, sólo, de uno de los varios apartados que abordan los biógrafos de este gigante.

A ella dedicó su segunda encíclica de un largo pontificado (Dives in misericordia) en noviembre de 1980. Dos años antes, tras 40 años en entredicho su compatriota, Faustina Kowalska, había sido rehabilitado para la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe. Kowalska era una monja que apenas había ido tres años a la escuela, y murió en Cracovia, en 1938, con 33 años de edad. Pero le bastaron esos años y su humildad para recibir las revelaciones de la Divina Misericordia, una filosofía y una cosmovisión que han constituido objeto de estudio de intelectuales, filósofos y poetas cristianos y que se resumen en la famosa jaculatoria Kowalska: “Jesús, en Vos confío”.

Pero esta ‘excesiva’ cercanía al padre eterno despertó los recelos de la autoridad vaticana que tardó casi 40 años en levantarle el interdicto.

Pero el entonces seminarista en Cracovia captó el mensaje de Faustina a la perfección, desde los tiempos de la ocupación nazi de Alemania. El sí entendía que Dios es amor, no castigo, como entendía, segunda parte de la proposición, que el amor, todo amor, y por supuesto el amor de Dios, es tremendamente exigente.

O como decían los campesinos navarros: todo en el mayor es triste pero a pesar de ser triste, es lo mejor que existe.

Rehabilitada por el Santo Oficio, una vez Papa, Juan Pablo II beatificó y canonizó a Faustina Kowalska. No sólo eso, sino que, además, creó una nueva fiesta litúrgica, con indulgencia plenaria de pena y culpa, para el domingo posterior al de Resurrección.

Y justamente, el Papa Wojtyla murió en la noche del Domingo de misericordia. Todo por cuatro palabras: Jesús en vos confío.