
Las vacaciones entraron en su recta final con Jackson Hole, ese rincón de Wyoming donde se reúnen cada año los gobernadores de bancos centrales, una casta muy especial, poderosísima, que decide cuánto dinero hay que crear en el mundo. Un mundo que, desde la desaparición del patrón oro, se guía por la arbitrariedad de un grupito de sabihondos, hoy capitaneados por el presidente de la Reserva Federal norteamericana, una tal Jerome Powell, que no es amigo de Donald Trump.
Bajar los tipos en USA, como ya ha ocurrido en Europa, no sólo azuzará una previsible crisis de deuda, por culpa de políticos que compran poder a cambio de subvenciones públicas. Además, supondrá confundir inversión especulativa con inversión productiva: mal vamos
Pues bien, Powell ha dado a entender en Jackson Hole que podría bajar los tipos de interés en Estados Unidos, actualmente situados entre el 4 y el 4,5%, más del doble que en Europa, tan pronto como el próximo mes de septiembre.
Ahora bien, no sé si la Reserva Federal ha entendido el signo de los tiempos. No es que Powell haya cedido ante Donald Trump, quien le urgía a bajar los tipos: parece que ante lo que ha cedido es ante la nueva economía, la que defiende que o volvemos a producir más y mejor, tras lustros de estupidez ecologista i n os vamos por el sumidero hacia el reparto de la miseria global.
La inflación actual en todo Occidente es la peor de todas. Ataca a los dos artículos de primera necesidad de las familias: los alimentos y la vivienda, comer y dormir
La tontuna verde continúa imperando pero ya empiezan a oírse voces sensatas que repiten que el emperador va desnudo. Cada vez son más quienes sostienen que la única solución para todos los sectores económicos consiste en producir más... también para superar la inflación por la ley de la oferta y la demanda y no por la política monetaria. Sencillamente, lo verde nos ha arruinado.
Volvamos a la Reserva Federal. Bajar los tipos en USA, tal y como ya ha ocurrido en Europa, no sólo azuzará una previsible crisis de deuda pública, por culpa de políticos que compran poder a cambio de subvenciones públicas y deuda creciente. Además, supondrá confundir inversión especulativa con inversión productiva, uno de los peores hábitos de nuestro tiempo. El hombre del siglo XXI, dominado por los fondos de inversión, no se plantea en invertir sus ahorros en algo productivo, bueno para el bien común, o en montar su propia empresa, sino sólo en rentabilizar sus ahorros para que no se los coma la inflación.
Estamos a la puerta de una nueva era en la que lo único que debería preocuparnos, olvidándonos de sandeces verdes, ecológicas o climáticas, es producir más
Además, la inflación actual en todo Occidente es la peor de todas. Ataca a los dos artículos de primera necesidad de las familias: los alimentos y la vivienda, comer y dormir. En Europa, que ya ha iniciado la bajada del precio oficial del dinero, con siete reducciones consecutivas, hasta colocar el precio del dinero en el 2%, estamos en puertas (en España ya estamos dentro) de una nueva burbuja inmobiliaria. Producto de la degeneración familiar europea, sí, pero producto, también, de que el precio de la vivienda sube, no por el precio del dinero, sino por la falta de oferta... porque no se construyen pisos.
La fórmula de bajar tipos para que la economía crezca y elevarlos para controlar la inflación es algo del siglo XX, no del XXI
Estamos a la puerta de una nueva era en la que lo único que debería preocuparnos, olvidándonos de sandeces verdes, ecológicas o climáticas, es producir más, más alimentos y más viviendas, por de pronto. Esa es la verdadera causa de la inflación en el siglo XXI, no la cantidad de dinero en circulación.
Esta es la nueva economía que no sé si los monetaristas no entienden o no quieren entender. Lo cierto es que la fórmula de bajar tipos para que la economía crezca y elevarlos para controlar la inflación es algo propio del siglo XX, no del XXI.









